noviembre 09, 2005

Libros que no terminaré

Aunque se que es casi herético, hice una lista de libros que en estos meses he empezado y abandonado. Hay gente que piensa que dejar un libro por la mitad es pecado, yo pienso que un libro se tiene que ganar el derecho a que yo lo termine. Y así, dejo en un tercio La Isla del día Antes, de Umberto Eco. Me había gustado bastante su novelita El nombre de la Rosa, me interesaba la época histórica y sobre todo los "fraticelli", esos hippies que el hermano Francisco dejó pululando y molestando sobre el seno virtuoso de la madre Iglesia. La historia, bien contada, me divirtió bastante, y mucho más la película que parece hecha por alguien que no entendió el chiste principal de Eco, acerca de la falibilidad de los procesos deductivos. Tambien me gustó El péndulo de Foucault, pero más por la impresionante data que tiene sobre el mundo esóterico que por la novela en sí misma. La isla del día antes, no pude digerirla y eso que, como Ud. sabe, colecciono historias de naufragios, pero acá, con la excusa de un naufragio despliega toda una parafernalia de erudición histórica sobre el siglo XVI o XVII en el norte de Italia, y sus pequeñas guerras y costumbres que terminaron aburriéndome: yo quería naufragio y lo que había era costumbrismo histórico.

Y habando de costumbrismo histórico, dejé también la autobiografía de Gore Vidal, un autor que me impresionó mucho cuando leí La ciudad y el pilar de sal y me entretuvo con su Creación y también con Mesías, pero sucumbí en Una Memoria, al larguísimo capítulo sobre el senador Gore que era abuelo de este muchacho que forma parte de la estirpe de los Gore, a alguno de los cuales le robaron una presidencia hace algunos años, si mal no recuerdo. Y los entretelones de la vida de los Kennedy y otros amiguetes del chaval no lograron interesarme como para avanzar más allá de dos quintos de la historia.

Anthony Burguess prometía: cualquiera piensa que el autor de La Naranja Mecánica, sólo puede hacer obras muuuy bueeeenas. Pero El Reino de los réprobos, que trata del origen del cristianismo, me desilusionó. Ahí le digo que no llegué a las cien páginas, nada me resultaba muy creíble, y el refrito de las fuentes históricas -recuerde Ud. que es algo de lo que conozco bastante- me resultó bastante obvio. De todos modos, una novela sobre ese período es difícil que me guste, aunque Ud. ponga el grito en el cielo, tengo que decirle que el Evangelio de Jesucristo de su querido Saramago tampoco me gustó, y posiblemente no me gustaría El Rey Jesús de Robert Graves ni El Evangelio del Hijo de Norman Mailer si los leyera. Para la vida de Cristo, los evangelios o Kazantzakis.

Termino con otra del tema naufragios: sabía que Coetzee, el premio nobel , había reescrito la historia de Robinson Crusoe, en una novela que se llama Foe. Finalmente, como muchos textos de Coetzee, llegaron a estas tierras y pude leerla, pero pese a que es bastante corta, no llegó a interesarme en absoluto esta historia de una mujer que cae en la isla de Robinson. Fue desilusión a primera vista, pese a lo cual intenté remar hasta llegar a alguna tierra en la que hacer pie, pero no había nada en ese texto que me atrayera.

octubre 05, 2005

Perec x 2

Le cuento que estoy leyendo a Georges Perec, que es un sociólogo francés de los '60, que hizo de todo, desde anagramas hasta documentales de neurofisiología, y después se murió. El libro que me recomendaron encarecidamente es La vida instrucciones para su uso, pero como parece que está agotadísimo, terminé comprándome Las cosas y El secuestro.

El primero es una suerte de diatriba culta y sutil en contra de la sociedad de consumo, que me sorprendió porque a pesar de que tiene ya cuarenta años de antigüedad, suena de lo más moderna. Hay un par de "jóvenes bohemios" típicamente sixties que viven apretadísimos en un sucucho parisino, hacen encuestas (porque los trabajos de oficina son alienantes, usted sabe) y, sobre todo, sueñan todo el tiempo con ser ricos y poder demostrar lo bien que se desenvolverían en los altos círculos. El libro está bueno, pero si usted leyó American Psycho y se hartó de las listas interminables de marcas y objetos, olvídese de Las cosas porque, a pesar de que es mucho más corto, tiene un desfile listas que se la encargo. Y ni una sola motosierra.

Del otro, que todavía no terminé, no le voy a contar demasiado porque si no le va a pasar lo que a mí, que tuve la mala suerte de comprárselo a un librero de lengua floja que me reveló el Gran Truco del libro y me arruinó la sorpresa y, por ende, ahora no sé si el libro me aburre porque es aburrido o porque ya sé de qué la va. Por eso sólo le cuento que es una novela de misterio muy pero muy loca en la que cada vez que la cosa se encamina para algún lado, termina yendo para el otro y así estamos, llegando al final y en el medio de la nada. Lo que sí le aconsejo, si es que se le atreve y consigue la edición de Anagrama, es que bajo ningún concepto lea las hojas en letras rojas antes de terminar el libro: no tienen el mismo efecto que el librero buchón, pero casi.

Así que ya sabe, dése por advertido.

junio 24, 2005

Batmanes eran los diantes

Estuve toda la semana por contestar a su post. Iba a ponerle cosas como mis dudas sobre el conocimento que El Que Le Dije tiene sobre superhéroes y comics, porque Tarantino la tiene tan clara que puede armar una serie de pelis sobre historietas, pero sus copistas, no sé. Le iba a decir también que mi Batman, el de Editorial Novaro, la única editorial por la que leíamos Batman en la década del 60, cambiando las revistas en el Parque Rivadavia, no era un Batman gótico ni sediento de venganza, era Supermán sin más superpoderes que su entrenamiento y su tecnología. Pero pensando esas cosas y otras, como un artículo que salió en la Ñ sobre una supuesta pelea en el gallinero por quien es más escritor y tiene los .doc mejor puestos, peleas siempre que retrotraen al puto tema de que es el arte y que significa ser artista - y le confieso que si tengo que tomar partido me gustan mas Birmajer y de Santis porque saben de Historietas y no van a necesitar andar robando por ahi, si pertenecieron al panteón de la mitiquísima revista Fierro- bueno, como le decía, ese tema del artista me parece de lo más podrido que hay. ¿Será porque yo no creo en el artista ni el arte? ¿Porque me hartan esos tipos que se sienten como el personaje del cuadro, al borde del abismo y a punto de tirarse? ¿Porque me gustaban más esos atorrantes que no tenían problemas en pintar emperadores y papas si eso les daba de comer, y en hacer el mausoleo de un Medicis o el cielo raso de una capilla llenándolo de santos y vírgenes desnudas que siglos después otro artesano le pintaría encima unos trapitos de decencia? Hablando de atorrantes, acabo de terminar El Navegante de Morris West, que forma parte de mi colección de literatura Robinsoniana. No me gustó mucho toda esa cosa de tesis que tiene el West, pero la historia es interesante y me la tragué en un par de días, aunque no sea un autor de riesgo ni experimental ni nada de eso que tanto les gusta a los muchachos de la facultad de letras y a sus devotos(as) seguidores.

junio 13, 2005

Por poco me engañás

Sabido es que uno de los pilares de nuestra afinidad literaria es la posición respecto de Fresán, extensible a todo el grupo que, en su momento, Planeta quiso lanzar al estrellato (y en muchos casos logró que se estrellaran) como los "jóvenes escritores argentinos" (¿se acuerda de la colección de libritos blancos con ilustración de tapa modernosa? sí, los que ahora se venden a 3 mangos en las mesas de liquidación, esos mismos).

Le decía, sabido es que Fresán no me gusta. No me gustan ni sus libros, ni su pedantez, ni su etiqueta de escritor puesta antes de que publicara, ni nada. Después se fue a España y empezó a publicar en Radar, yo no le daba bola y las pocas veces que leía media nota, de puro aburrida, era solo para constatar que no me gustaba. Sin embargo, de un tiempo a esta parte y coincidiendo con que los domingos a la mañana tengo tiempo para leer de punta a punta el suplemento ése (y sí, entre la Viva, la Revista de la Nación y Radar, no quedan demasiadas dudas...), me he descubierto no sólo leyendo notas enteras de Rodrigo, sino que, muchas veces, hasta estuve de acuerdo con él. No, no me mate, espere. Sigo pensando lo mismo de él, y más todavía, me parece que se agarra a los recursos ingeniosos hasta hacerlos insoportables (por ejemplo los subtítulos "uno", "dos", etc.), que todo él se cree o quiere hacerse el ingenioso y generalmente se pasa de pretencioso y que muchas veces hace grandes producciones o ejercicios reflexivos sobre la nada, como por ejemplo la nota sobre el participante argentino en el gran hermano español. Pero de un tiempo a esta parte, le decía, algunas notas me gustaron y, lo peor, mientras las leía podía Ud. verme asintiendo con la cabeza.

Y sí. Escribe sobre música y me dan ganas de bajarla y encima me gusta cómo suena (a Badly Drawn Boy ya lo conocía, pero los Arcade Fire son casi un hallazgo). Escribe sobre a Guerra del las Galaxias y, aunque ví solo la primera (que ahora es la cuarta) y hace como mil años, me identifico con muchas de las cosas que dice. Salvo cuando se trata de libros (y sobre todo SUS libros de EL), nos ponemos de acuerdo. Y lo mismo me pasó ayer, leyendo la nota sobre Superman y Batman. Hasta que llegué al "nueve" y volvimos a cero.

La verdad es que no es una tesis muy audaz decir que Superman es nabo, porque se aprovecha de sus superpoderes, se viste de piyama y posa siempre delante de la bandera norteamericana, mientras Batman es cool porque su traje está más bueno, busca venganza y, a falta de superpoderes desarrolla fuerza y astucia. Es bastante oportunista comparar a Luisa Lane con Gatúbela y dar por supuesto quién gana. Resulta muy simpático leer que el Héroe de Kripton es en realidad un antipatria, ya que lo único que puede vencerlo son los restos de su planeta devastado. Y hasta es gracioso llegar a la conclusión de que el hombre de acero, prácticamente un servidor público, tuvo la suerte de caer en una ciudad de nabos en la que nadie se da cuenta de que él es Clark Kent pero sin anteojos. Rodrigo invita, la pega, y otra vez nos hace cómplices de sus razonamientos ingeniosos. Y entonces mete la pata, y la mete bien metida. Porque es a todas luces inadmisible que el tipo se robe, casi literalmente y como si nada, un pedazo de Kill Bill II y ni siquiera lo mencione. Vea, si no.

Tarantino - Kill Bill 2 (2004)

Bill: An essential characteristic of the superhero mythology is, there's the superhero, and there's the alter ego. Batman is actually Bruce Wayne, Spider-Man is actually Peter Parker. When he wakes up in the morning, he's Peter Parker. He has to put on a costume to become Spider-Man. And it is in that characteristic that Superman stands alone. Superman did not become Superman, Superman was born Superman. When Superman wakes up in the morning, he's Superman. His alter ego is Clark Kent. His outfit with the big red "S", that's the blanket he was wrapped in as a baby when the Kents found him. Those are his clothes. What Kent wears, the glasses, the business suit, that's the costume. That's the costume Superman wears to blend in with us. Clark Kent is how Superman views us. And what are the characteristics of Clark Kent? He's weak, he's unsure of himself... he's a coward. Clark Kent is Superman's critique on the whole human race. Sort of like Beatrix Kiddo and Mrs. Tommy Plympton.

Rodrigo Fresán - Máscara vs. careta. Suplemento Radar (12-05-05)

NUEVE
Pero -ahora en serio- el verdadero problema es otro. Superman no usa disfraz. Batman sí. Superman se nos presenta a cara limpia e -invirtiendo la lógica del sistema del súper-héroe- su "personalidad secreta" es el torpe periodista Clark Kent. Bruce Wayne, por su parte, es un tipo definitivamente cool que se esconde -como le corresponde a todo súper-héroe- detrás de la máscara de rigor. Y he aquí lo ofensivo: Superman es como es y se "convierte" en el terrestre Clark Kent -le basta, apenas, un par de anteojos y peinarse ese mechón rebelde sobre su frente blindada- porque es así como nos ve a nosotros: torpes, cobardes, buenos para nada. Superman nos insulta e insulta la inteligencia de los humanos que -con la excepción de la histérica y siempre sospechosa peronada eficiente Luisa Lane- ya llevan casi setenta años incapacitados para descubrir lo obvio: ¡Clark Kent es exactamente igual que Superman si Superman usara anteojos! Bruce Wayne, en cambio, desaparece para que aparezca Batman detrás del rostro de un quiróptero de hábitos nocturnos que pasa el día colgado cabeza abajo. Y todos felices.

Casi las mismas palabras, ¿vio? Sobre todo, llaman la atención las que me hicieron sonar la alarma, las que me tomé el atrevimiento de poner en negrita. Y el tipo nada. Ni un "gracias Quentín" ni un "como dice Kun Fú en la última de Tarantino". Tampoco esa tesis es taaan original, seamos sinceros, pero reconocerla como ya formulada le hubiera anotado más de un poroto a nuestro Rodriguito.

junio 08, 2005

David Leavitt & Fernando Vallejo

Para no discutir con Ud. acerca de los valores de nuestras obras clásicas (¿y quién se anima a discutirle a alguien que ha leído no digo El Quijote, ni la Biblia, sino Las mil y una noches?) le cuento de este tipo. La familia es la mejor excusa literaria que se ha inventado, dice la contratapa de uno de sus libros que ha dicho y no hay duda de que el muchacho (n.1961) la sabe explotar muy bien. Resulta que mi analista había ido a prepar el té ritual de cada sesión, cuando mirando distraídamente hacia su biblioteca los encontré y me los prestó: Baile en Familia que es una selección de cuentos y Amores iguales, una novela. ¿De qué trata? Sus historias son de familias donde hay cáncer, homosexualidades varias, dos temas que lo apasionan, pero sobre todo la comunicación y la no comunicación, el afecto y los daños de la familia en historias donde no pasan grandes cosas, donde lo cotidiano se vuelve interesante porque alguien sabe contarlo muy pero muy bien, con un lenguaje sereno, de señorito inglés, nos va llevando por las vidas de estas personas comunes, con sus rarezas, con sus odios, sus amores, sus profundos egoísmos ocultos o manifiestos, y los va desnudando sin maldad pero sin esa falsa piedad que consiste en no querer mirar las heridas y los defectos de las personas. Bueno, léalo y si lo lee, ya que está lea a Fernando Vallejo que me parece un autor abrumador. No es que lo haya leído ahora, sucede que ahora son libros que yo les presté a mi analista. Había visto en el cine (yo, no mi analista) La Virgen de los sicarios, que me gustó, pero cuando leí la novela quedé sorprendido no por eso de que siempre las novelas son mejores sino porque ¿cómo mierda lleva alguien al cine a ese narrador imposible, demente, salvaje, terrible, lo más políticamente incorrecto que he leído desde la revista Cabildo que leí allá por mis trece años obligado por un preceptor, el Sr. Czepasquerzia que aprovecho este blog para denunciar por nazi? El libro va creciendo en salvajismo, en falta de respeto por todo, en la voz de alguien que tiene tanta rabia que parece que en cualquier momento va a estallar aquí mismo. Y me preguntaba cómo se hace para llevar esa voz a lo largo de toda una novela, vea "Mi fórmula para acabar con ella (la pobreza) no es hacerles casa a los que la padecen y se empecinan en no ser ricos; es cianurarles de una vez por todas el agua y listo; sufren un ratico pero dejan de sufrir años", porque el tipo lo logra, y no sólo, sino que después leí El Desbarrancadero y es más de lo mismo sino peor. Deslumbrante, le digo, y mire quién se lo dice. Claro yo decía mientras leía que esto es un chiste, no puede haber nadie que piense así y escriba en latinoamerica y lo publique Anagrama, pero el otro día leí un reportaje que le hicieron en la Ñ y me quedaron ciertas dudas de que sea sólo recurso literario.

junio 07, 2005

Las mil y una noches vs. El Decamerón

Haga la prueba, pregúntele a cualquiera y verá que el imaginario popular está convencido de que Las mil y una noches es un libro de cuentos para chicos, mientras que El Decamerón son relatos para adultos, eróticos, rayanos con la pornografía. Claro que, como pasa con todos los "clásicos" (¿cuántos leyeron de verdad todo El Quijote?, ¿cuántos pasaron más allá del capítulo 5 de Facundo, y sólo porque era obligatorio en el colegio secundario?) la mayoría de la gente no los leyó y a lo sumo se conforma con las versiones disney y/o película clase B/telefilme de cuarta de algunos de los cuentos más famosos de ambos.

Bueno, yo que los leí a los dos (ya puede Ud decir que conoce a alguien que leyó Las mil y una noches enterito) puedo decirle que el imaginario popular está totalmente equivocado: esos libros son casi casi exactamente lo contrario a lo que ellos creen.

La mejor manera de leer Las mil y una noches es usarlo de transición entre libros. Cuando Ud. termina con un libro y antes de empezar otro, se lee un par de cuentos (o algunas noches) y cuando siente que: a) ya pudo dejar atrás la historia del libro anterior; y b) ya leyó una más que suficiente cantidad de "oh, rey afortunado" y/o "pero Alá es más sabio", da por terminado el recreo y sigue con el próximo libro. Digamos que LMyUN funciona como una "limpieza de paladar".

Y sin embargo, el libro es mucho más que eso: la mayoría de los cuentos son entretenidos y muy variados (hay aventuras fantásticas, viajes, amores y desamores, historias picantes y hasta fábulos morales)y si bien 3000 páginas son muchísimas y en algún punto las repeticiones se vuelven más que evidentes, uno llega a encariñarse con esos personajes y hasta con la meta-historia y la famosa Sherezada (que tiene tres o cuatro apariciones de peso, y después se limita a callar discretamente cuando aparece la mañana, y simplemente "decir" cuando, finalizadas todas las actividades del día, llega la hora del cuento que le va a salvar la vida por una noche más). Es liviano, sí, es literatura del tipo "pan con manteca", tan simple como deliciosa, lo que de ningún modo quiere decir que sea mala.

¿Por qué le digo que no es un libro para chicos? Porque si algo queda claro de las 1001 noches de Sherazada con el rey más los no-se-cuántos-cuentos que ésta le cuenta a su audiencia, es que la rutina diaria de los tipos (principalmente los de guita, pero también los pobres se las apañan para hacerlo), al menos en aquella época, se centraba mayormente en un trío de "c": comer, cantar y coger. Un poco más abajo, atender a los huéspedes e ir al hamman (el baño público) y después de eso, trabajar. Escondidos entre los cuentos puede encontrar las 1001 peripecias del viajero, las 1001 formas de engañar al prójimo, las 1001 formas de hacerse rico, los millones de premios y castigos que Alá les depara a los fieles y a los infieles, una infinita variedad de insultos que van desde el simple "perro infiel" hasta las más compleja y elaborada de las maldiciones (media página), todo un diccionario de sinónimos increíbles para denominar al acto sexual y a los genitales, el recetario oriental completo, el manual de etiqueta y una multitud de hombres bellos como lunas y mujeres de caderas generosas, bellas como el cuarto creciente de ramadán que se solazan entre sí y comen hasta reventar, sin olvidarse nunca de agradecer al Retribuidor por todos los bienes que éste les depara.

Al lado de Sherezada y sus amigos, los persoajes del libro de Boccaccio son una manga de bobos. La meta historia de El Decamerón cuenta que siete mujeres y tres hombres (más sus sirvientes, cocineros, ayudantes y hasta el loro, sin los que les sería imposible sobrevivir ni un par de horas) se instalan en la campiña para escapar de la peste que azota a Florencia a mediados del siglo 14.

Lejos de los placeres orientales, los 10 inútiles se dedican a correr por las praderas, jugar como chicos, dormir la siesta y contarse cuentos a la nochecita, uno cada uno por día, según el tema que fija el rey del día, quien al final de la jornada pasa su corona de flores al designado para el día siguiente. Ni le cuento lo que son las 100 historias, porque no vale la pena, pero hay algo que las unifica: son tanto o más aburridas que sus relatores. Ni siquiera levantan cuando el tema del día promete un poco de pimienta ("historias de maridos engañados", por ejemplo). Todos y cada uno de los cuentos tienen su trasfondo de enseñanza moral y su moraleja, los malos la pagan y se van al infierno, los caballeros piden perdón a las damas por los exabruptos y las damas se lo conceden sin dejar de ruborizarse. Pero de coger, ni hablar. Un embole.

Moraleja: si quiere divertirse, pruebe la baklava y olvídese de la muzzarella.

abril 12, 2005

Salinger

"Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo eso de mi infancia, que hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás idioteces, estilo David Copperfield; pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero, porque es un aburrimiento, y segundo porque a mis padres les daría un infarto si yo me pusiera acá a hablar de su vida privada. Para esas cosas son especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no les gana nadie. Además, no se crean que voy a contarles mi autobiografía con todos los detalles. Sólo voy a hablarles de una cosa loca que me pasó la última Navidad, antes que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme acá a reponerme un poco".
Así empieza El guardian entre el centeno que parece ser una de las obras maestras de la década del '50 estadounidense, si es que eso quiere decir algo. Sé que meterse con Salinger no es algo fácil pero después de este inicio deslumbrante que me obligó a leer página tras página de las andanzas de un adolescente que uno no termina de entender si está un poco desquiciado o qué, me aburrieron los detalles de algo que quizá en los '50 fuera bastante revulsivo pero que hoy no pasa de costumbrista. Le diría que de las doscientas setenta y cuatro páginas de la edición de edhasa, hay cien que están muy buenas y a partir de ahi empieza a adormecer, sobre todo porque con este comienzo uno espera que realmente pase algo catastrófico y eso nunca llega.

marzo 09, 2005

Combo Eugenides: toma todo.

Creo que nunca hablamos de manías de librería, ¿no? Sí sabemos que a los dos nos encanta pasar horas revisando estanterías, pero creo que nunca le conté que cada vez que entro en cualquier librería voy derecho a buscar una serie de libros que tengo en la mira, y que la única manera que tienen de salir de esa lista es entrar en mi biblioteca. Allí, en la lista de la compra, están Alta Fidelidad de Hornby, Hablando del Asunto y El amor, etc. de Julia Barnes, los Chuck Palahniuk (cualquiera de ellos, todos ellos) y varios más. El último que salió de la lista fue Las vírgenes suicidas.

Se puede decir que con esta historia empecé al revés. Lo primero que conocí de ella fue la banda sonora de la película, un disco glorioso de Air. La película tardó bastante más en llegar, precedida por todo el barullo que puede generar el debut como directora de la hija de Coppola, la morocha que hace de Mary Corleone en El Padrino III. La película resultó mucho mejor que las altas expectativas que pudiéramos hacernos (si no la vio, alquílela, hagame caso, y ya que está alquile también Perdidos en Tokio y haga el doblete, que vale la pena, yo sé lo que le digo). Después vino la nota de Radar que le contaba más abajo y la lectura de Middlesex, y con todo eso conseguir Las vírgenes suicidas se transformó casi en una cuestión de estado. Lo logré hace un par de meses, justo antes de irme de vacaciones. Les quedaba sólo uno (el último en todas las sucursales) y estaba medio baqueteado, y para colmo es un libro caro (39 mangos) y no me hicieron ni medio peso de descuento. Pero me lo compré igual. Y no me arrepiento en absoluto.

La historia, contada en primera persona del plural, tiene la forma de los recuerdos que un grupo de cuarentones "coleccionaron" en la época adolescente, cuando vivían "obsesionados" por sus vecinas, las hermanas Lisbon, cinco chicas de entre trece y diecisiete años, hijas de una madre dominante, ultra católica y conservadora y un padre dócil y resignado. El puntapié inicial de la leyenda es el intento de suicidio de la menor, concretado en segunda vuelta unas pocas semanas después. El golpe es demasiado fuerte, tanto para la familia como para el resto del barrio. Las estrictísima normas de la familia (nada de salidas con chicos, vestidos tres talles más grandes, quema de discos de rock y otras delicias similares) hacen eclosión después de que una de ellas llega de una fiesta dos horas más tarde que sus hermanas. La madre entonces impone un encierro definitivo para la familia, pretendiendo aislarlas del mundo y las tentaciones. Un año y medio después, las cuatro hermanas restantes se suicidan y sus muertes no hacen más que agrandar el mito. Pero antes del final, las chicas encuentras formas de comunicarse y hasta de pedir ayuda que los narradores, sus vecinos y hasta se podría decir sus admiradores más fervientes, no logran comprender hasta que ya es demasiado tarde.

Otra vez Eugenides usa el caso particular para contarnos historias más grandes. Las hermanas Lisbon son el reflejo condensado del "misterio de la femineidad" (como dice en la contratapa) visto a través de los ojos de un grupo de "hombrecitos", un enigma que ni siquiera veinte años después, con la "vida hecha" y todo logran desenredar. Otra vez, usa una metáfora deliciosa para acompañar a la historia principal: la desgracia de las hermanas Lisbon es casi paralela a la agonía de los olmos del barrio, afectados por una plaga rarísima y condenados por las autoridades a la poda completa.

Con este libro me pasó algo que nunca antes me había pasado: lo terminé de leer (lo devoré, como siempre que una historia me atrapa) y de inmediato lo leí de vuelta. Ni la revista del domingo quedó en el medio: así como llegué a la página 229 volví a la 9 y lo empecé otra vez. Y volví a devorarlo.

Una nota más a propósito de la película: es una de las mejores adaptaciones que recuerde, con la ventaja de que se trata de un libro bueno que resulta en una buena peli.

A propósito del affaire Almudena Grandes, tengo que hacer un descargo: el libro que yo le recomendé no era ese que usted intentó leer y no pudo sino Los aires difíciles. Ése es el único que leí además de Las edades de Lulú (que no me gustó demasiado).

marzo 07, 2005

Combo Eugenides: primera toma.

No vale que me cargue: supe quién era Eugenides gracias a su amiguito Fresán. Enredado entre palabras difíciles y conceptos un poco intrincados (novela "de cámara, coral" versus novela "operística", de milagro sin los clásicos subtítulos "uno", "dos", etc), Rodrigo hablaba de la "esperada" aparición de la segunda novela de Jeffrey, Middlesex. Esperada por dos motivos: primero porque tardó una década en escribirla y segundo porque después de leer Las vírgenes suicidas, cualquier persona quiere más. Mucho y rápido. Hasta la nota, yo no sabía que este tipo era el autor del libro que adaptó Sofía Coppola para su primera película, Las vírgenes suicidas (que en realidad queda como la apresurada traducción de The Virgin Suicides, que de ningún modo es lo mismo). Y después de la nota me quedé con ganas de comprar los dos libros.

Salvando las distancias (siderales, pero créame que vale la comparación), Middlesex es una saga familiar al mejor estilo Cien años de soledad. Pero mientras en la de Gabo el realismo mágico inunda la historia de la familia, la hace densa y por momentos difícil de seguir y hace que los componentes "mágicos" cobren mayor importancia que lo "humano" (no me diga que esta no es una tesis aventurada digna del mejor crítico de suplemento de cultura), en Middlesex lo más importante es la familia Stephanides y todo lo demás se subordina a contar su historia.

No tengo dudas de que si siguiéramos el camino de la comparación encontraríamos paralelismos como para hablar durante meses. Pero también estoy segura de que ni usted ni yo queremos hacer eso. Así que me voy a concentrar en Middlesex y usted tendrá que completar los razonamientos. La historia de los Stephanides se remonta a la década del veinte y empieza en una aldea griega en Esmirna, devastada por los turcos. De allí se escapan dos hermanos huérfanos y logran subirse a un barco que los lleva a América. Cuando llegan a Detroit son marido y mujer. Instalados en la casa de una prima, los hijos de las dos parejas crecen juntos y también se casan. El producto final de tanta sangre mezclada consigo misma es Cal, el narrador de la historia, un hermafrodito criado como Callíope hasta que, en pleno desborde de la adolescencia, las hormonas masculinas se le rebelan y lo revelan. Una historia singular contada como la consecuencia natural de una historia familiar, en la que el cultivo de la seda (un don natural que Desdémona, la matriarca, trajo de su tierra) es una metáfora hermosa de la historia de Cal. Entremezclado con todo eso, pasan muchos de los grandes hitos americanos: el furor fordista, la gran depresión, la ley seca, los contrabandistas de alcohol y los bares clandestinos, los enfrentamientos raciales, la guerra, los dorados '50, la arquitectura moderna, el cadillac y hasta los hippies. Eugenides es un descendiente de griegos nacido en Detroit y sabe de lo que habla. Cal necesita contarnos su gran secreto para poder entenderlo y entenderse y lo hace de una manera simple, en un perfecto desorden que va mezclando las distintas décadas del siglo, hilvanadas como largos hilos de seda que nos invitan a tirar de ellos cada vez que el narrador los deja sueltos para retomarlos después.

No sé si con todas estas frases ingeniosas que escribí puedo convencerlo de que lea Middlesex. Pero si necesita algo más directo, acá lo tiene: cómprelo, consígalo, búsquelo en internet o pídamelo prestado. Pero léalo. Estoy segura de que a usted le va a encantar.

Cambiando un poco de tema: tengo ganas de poner una columna acá al costado con links a las citas de libros de La Lectora, ¿qué le parece la idea?

febrero 24, 2005

Almuneda Grandes

¿Se llama así, no? Ud. me dijo que había aprendido a escribir esta muchachita, luego de Las Edades de Lulú. Bueno, el asunto es que vamos con mi amiga Karen a la librería Alejandría de Mardel, que tiene un cafecito tipo Losada, ¿vio? y mi amiga me dice elegite un libro. Luego de mucha indecisión (para mí estar con alguien conocido en una librería es como estar con alguien conocido en el vestuario de un club: la misma sensación levemente incómoda), estoy entre La Balsa de Piedra y Te llamaré Viernes. Finalmente elijo este último y lo empiezo a leer, exactamente las 32 primeras páginas porque la 33 y 34 y la 38 y 39 están en blanco. Esas 32 páginas sumamente aburridas, me convencieron, al ir a devolverlo, de la sugerencia de cambiarlo por otro, ya que de ese no tenían más ejemplares. Así que me quedé con El Guardian junto al centeno.

febrero 22, 2005

Libros de verano v 2.0 (segunda parte)

Le sigo contando mis libros de verano:

Me regalaron El pie de mi padre, de Zoé Valdés, que es una cubana exiliada que según dice en su biografía es una autora por demás prolífica, reconocida y premiada. Esta la historia de Alma Desamparada (ya se puede dar una idea de cómo viene la mano), hija de una madre muy pobre que la trata como si le hubiese arruinado la vida y un padre desconocido. Hasta la mitad del libro, más o menos, su destino parece no ser otro que la misera extrema, hacerle honor a su nombre en un país que la autora pinta tan desalmado como su deplorable familia, incapaz de tener sentimiento alguno. En semejante panorama, ella busca a su padre en cada hombre con el que se cruza, convencida de que lo va a reconocer por sus pies. Pero entonces ella "decide" rehacer su historia, inventar una gran mentira para hacer que su vida valga la pena. Según dice la contratapa todo lo que viene después de esta declaración es una "vida imaginaria en la que ella se convierte en una escritora de éxito", pero a mí no me queda taaan claro, es cierto que es demasiado cambio pero en ningún momento está muy explícito que sea todo una fantasía. Más o menos lo que pasa es que ella de repente crece, se enamora de un funcionario de la revolución que después se muere en un accidente aéreo, conoce a su padre y lo "perdona", se hace amiga de dos jóvenes que se contagiaron de sida voluntariamente (¡¡!!), se descubre embarazada y así y todo decide dejar la isla en un bote, ¡ella sola!, casi se muere en el medio de una tormenta caribeña, pero es rescatada y llevada a ¡Guantánamo!, y después se va a ¡París! y tiene a su hija y vive feliz sin tener que volver a "bajar la cabeza jamás". En el medio, palos y más palos al régimen, su burocracia, su deshumanización y sus consecuencias. Y sí, parece todo una gran mentira, pero en ningún momento hay algún nuevo elemento que nos permita ver lo que supuestamente pasó con la real y/o verdadera Alma Desamparada que se moría de hambre e imaginaba una vida mejor. Qué quiere que le diga, yo que Ud. no lo intentaría: si quiere leer historias de gente muy pero muy pobre, le recomiendo Ojos azules, de Toni Morrison, que me parece mucho más interesante y mejor escrito.

Ahora me toca la peor parte, confesarle que leí un libro de... ¡Jaime Bayly! Sí, aunque no lo crea, el único atenuante que se me ocurre es que me lo regalaron (junto con el libro anterior, aunque lo único que comparten es que en aquel la autora se llama Zoe, que es el mismo nombre de la protagonista de éste). En fin, el tipo no deja de ser un personaje interesante que dice cosas que escandalizan a más de un pacato, aunque sea más efectista que otra cosa. Le decía que La mujer de mi hermano está en las antípodas de El pie de mi padre: de los chicos pobres que tienen hambre pasamos a los ricos que tienen tristeza. Y sí, acá hay guita para tirar al techo, una ostentación casi revulsiva. Ignacio es el banquero más poderoso del condado, un tipo correcto, obsesivo con sus rutinas y sobre todo controlado, que tiene una esposa "bellísima", dedicada a hacer gimnasia y cursos inútiles. La única cagada es que no pueden tener hijos porque él es estéril. Pero salvo ese detalle, todo es tan perfecto que los dos se aburren, sobre todo ella, hasta que no se le ocurre mejor idea que darle cabida al hermano menor de él, un pintor bohemio y apasionado, tan mantenido como ella, cuyas prioridades son el arte, el alcohol y las mujeres, no siempre en el mismo orden, y que para colmo se quiere "vengar" de su hermano, no sólo porque es más exitoso sino por un lejano episodio de sexo entre hermanos (que está traído bien de los pelos como para no dejar de tocar un tema que parece tan imprescindible a la literatura de estos tiempos). Cuando se encama con el pintor, Zoe encuentra el "equilibrio": el tipo que le da seguridad, contención y, sobre todo, una chequera solvente, y el que le da masa a más no poder. Todo iría bárbaro si no fuera porque ella es una completa tarada que deja el celular prendido sin querer, haciendo que el banquero empiece a darse cuenta de que le adornan la cabeza. Usted esperaría el Gran Despelote, con ríos de lágrimas, gritos, sangre y vendettas, pero no, Ignacio es tan controlado que no sólo termina perdonando a todos sino que además se hace cargo del hijo que le hizo el hermano a su mujer. Así y todo, la historia no estaría tan mal si no fuera que además está plagada de lugares comunes (la histérica, el trabajador-aburrido vs. el bohemio-pasional, el culto al cuerpo, el dinero vs. la pasión, el matrimonio vs. la libertad, y mil etcéteras más), inundada de repeticiones innecesarias y escrita de una manera que hasta a Corín Tellado le daría vergüenza. Le doy un ejemplo: Zoe quiere dejar a su marido y piensa en escribirle una carta de despedida y nos detalla todo lo que piensa decirle en ella. A continuación, viene la carta de despedida donde le dice todo lo que nos había adelantado en la página anterior. Porque, por si fuera poco, todo el libro está narrado desde los puntos de vista de los tres, pero en una forma en que las visiones no se complementan sino que se superponen. Y no sólo eso, los personajes son tan pero tan estereotipados y tan pero tan detestables y mezquinos y estúpidos que hasta tientan a pensar que todo es a propósito y que Jaime en realidad se está riendo de nosotros, contando una suerte de folletín hiperexagerado vaya a saberse con qué intenciones transgresoras.

Y para terminar, el pasajero VIP del bondi: La noche del oráculo, de Paul Auster. No le voy a decir demasiado de este libro porque hablan de él en todos lados, "el esperado regreso del mejor Auster". Más allá de que el tipo sigue escribiendo historias de escritores, en este caso el planteo es muy bueno: una serie de novelas, una adentro de otra como las cajas chinas. La historia de un escritor, Sydney Orr, que sobrevive a una enfermedad por la que lo habían desahuciado y empieza su lenta recuperación escribiendo, en un cuaderno azul (con sugeridas propiedades extraordinarias, para mí, desperdiciadas) la historia de un editor que, enfrentado a la muerte, decide cortar con todos sus lazos y empezar una nueva vida en otro lado, llevándose sólo un manuscrito, una historia inédita de una escritora consagrada que decide escribir algo diferente a toda su producción. No me diga que no suena interesantísimo, sobre todo por el mix que surge de la historia principal mostrada en los hechos, la segunda esbozada en el cuaderno y los detalles parciales de la tercera, necesarios para darle estructura a la anterior. Todo bien hasta que la historia del cuaderno azul entra en un punto muerto (lo que me lleva a un lance más que audaz ¿será el mismo punto muerto de Auster, que no puede salir de las historias de escritores?), y la linda estructura se diluye para priorizar la de Sydney y su necesidad de reconstruir su vida de una vez por todas. En fin, el libro fluye, como decimos siempre, se deja leer, pero si quiere mi opinión, todavía está bastante lejos de La música del azar, Mr. Vértigo y Leviatán, que sin duda son el mejor Auster.

febrero 20, 2005

Libros de verano v 2.0 (primera parte)

Como estoy atrasadísima con mis reseñas le voy a hacer un bondi parecido al suyo con algunos de los libros de las vacaciones. Los demás, los mejores, me los reservo para sacarles más jugo.

Leí El grito, de Florencia Abbate, que es una novela construida a partir de cuatro historias cuyo principal vínculo es que suceden a fines del 2001, entre cacerolazos y presidentes renunciantes. "¿Y eso les da unidad?", me preguntará Ud. Bueno, le contesto yo, si no recuerdo mal, el protagonista de la primera, un típico post-adolescente de estos tiempos es el hijo de un empresario que a su vez es el novio del decorador de interiores que escribe la larguísima carta que es la tercera historia y a su vez es un viejo conocido del ex-guerrillero que repasa su vida y sus amores en la segunda parte, uno de los cuales, el más significativo, es una escultora enferma terminal, que se aisló del mundo en su departamento hasta que del cielo le cae de visita un amigo del hermano del pibe de la primera parte (literalmente, el chico aterriza en el balcón de la mujer). No, no me ponga esa cara, ya sé lo que me va a decir, pero en la solapa (que Ud sabe que leo con tanta atención como las contratapas) dice textualmente: "El grito es su primera novela". Sea lo que sea, todas esas voces le dan algo que a mí me gusta tanto: multiplicidad de puntos de vista. Ese es, para mí, el mayor acierto de El grito: escuchar lo que cada personaje tiene para decir, en primera persona. Claro que algunos lo hacen de una manera más verosímil que otros y todos terminan, tarde o temprano, declamando o explicando demasiado. Porque, por otra parte, la novela que no se priva de nada: la coyuntura de una época turbulenta, los recuerdos de otra (y sobre todo las diferencias entre ambas), las familias disfuncionales, el sexo, la enfermedad, el toque homosexual, y hasta un poco de alarde de una gran cultura general (Ud. sabe cuán difícil es para quien escribe, sustraerse a la necesidad de mostrar cuánto sabe y cuánto leyó en su vida). Todo eso da como resultado un universo que supongo que al común de la gente la deja afuera, mirando incrédula como si se tratara de uno de esos programas de la tele lleno de travestis, bailarinas de caño y marginales. A pesar de todo esto, El grito se deja leer, es llevadero, está bien escrito y, con su galería de personajes entre freaks y abúlicos, no deja de ser una pintura de una época casi idem.

En el extremo opuesto de la primera persona declamada del libro anterior, leí "Medieval Times", un cuento de Roberto Fontanarrosa que forma parte de La mesa de los galanes. No recuerdo si alguna vez hablamos del Negro, pero a mí me parece brillante, de lo mejor que han dado estas tierras a la literatura. Los textos del tipo fluyen, tienen un timing perfecto y te llevan con una naturalidad asombrosa. Los personajes son tan verosímiles que prácticamente los escuchás hablando, contándote lo que quieren contarte. En este sentido, "Medieval Times" es impecable, tanto en estructura como en la historia: es el largo monólogo de un tipo que le cuenta a un amigo lo que le pasó en un viaje a los Estados Unidos y de paso expone todas las lacras y miserias del típico argentino medio, xenófobo, racista, machista, desbordante de prejuicios y viveza criolla. A diferencia de cualquiera de los personajes de El grito, un tipo que cualquiera puede conocer. Si quiere se lo mando, lo tengo en un documento de Word.

Y como este bondi ya está demasiado lleno, le cuento uno más y me dejo el resto para otro capítulo: después de una sobredosis de Eugénides que le detallaré en otras oportunidad, leí El gusano máximo de la vida misma, de Alberto Laiseca, que es el tipo de bigotes extra large que cuenta los Cuentos de terror en los sábados de I-Sat, si no me equivoco. No es el primero que leo de él y tampoco el que más me gustó, y le digo esto porque no sabe lo que me cuesta decir algo de este libro. Es la "historia" de un gusano que va de techo en techo, listo para saltar sobre las mujeres y cogerlas, ayudado por su capacidad de cambiar de aspecto, emitir penes y su talento para la seducción. Es también, una suerte de estudio sociológico sobre las cloacas de Nueva York (o de Buenos Aires, ni siquiera el autor lo tiene claro todo el tiempo), su estructura social, sus habitantes y formas de vida. Pero es, más que nada, un delirio sin par de un autor que se especializa en delirios: uno lo lee y no termina ni de sorprenderse ni de creer que haya alguien capaz de escribir de ese modo entre directo, bizarro y revulsivo. La verdad es que me resultó muy original y muy divertido, pero si Ud. nunca leyó a Laiseca le recomendaría que empiece por algo un poco más normal, como Beber en rojo, que es algo así como la historia de Drácula en el año 2000. Y es muuuy bueno.

Eso es todo por ahora, aunque no quiero terminar sin volver al tema Bolaño. ¿Vio que ahora todo el mundo lo conoce y lo lee? No sé Usted, pero a mí hasta me dieron ganas de revisar el post de Putas asesinas. Qué quiere que le diga, tanto revuelvo y homenaje póstumo me dan ganas de incursionarlo un poco más. Avíseme si consigue algo.

febrero 17, 2005

Libros del verano

Le reseño lo que he leído este verano, que como Ud. verá no ha sido de la mejor literatura.

Para empezar me tomé el trabajo de leer La función del orgasmo, de Wilhelm Reich. Lo mejorcito. Un libro difícil no por lo erudito sino por la forma en que fue escrito o traducido. Reich fue discípulo de Freud, militante del Partido comunista, y el precursos de las terapias corporales que están tan de moda. Este libro cuenta la historia de su progresiva separación del psicoanálisis ortodoxo y su descubimiento de la terapia del orgasmo y le bioelectricidad. Lo más interesante para mí -que ya conocía más o menos el pensamiento de Reich- es leer cómo él se considera el guardián del pensamiento psicoanálitico original y a todos los demás, incluído Freud, como desviacionistas, en función de que energía sexual deja de ser el tema principal para concentrarse en otros temas, como el instinto de muerte. Reich cree que todas esas "intelectualizaciones" son concesiones del psicoanalisis a la moral burguesa.

Después leí Por los pelos, de Marian Keyes, que según la contratapa es una de las revelaciones de la literatura joven inglesa (no se si eso lo ha leído alguna vez en alguna contratapa). Me sorprendió que en la calle Guemes de Mar del Plata, una librería reconcheta tenía varios libros de ella en la vidriera. No lo lea. Es una especie de Corin Tellado moderno, con el condimento de amigos homosexuales, trastornos de la alimentación, un poco de psicología barata y mínimo sexo explícito. Hay gente que se gana la vida fácil.

Después, aunque no lo crea, leí El código Da Vinci. Le comento que Martín lo leyó en 24 hs. No es tan largo como parece. Al principio me enganchó pese a los obvios clichés de novela policial barata. Luego me aburrió, y finalmente me molestaron las trampas que fue haciendo al lector para llevarlo por caminos equivocados. Un producto de acá a la china, que, como las Tortugas Ninja, tienen un éxito insospechable hasta por la gente que conoce el negocio bien. Ojalá supiera como se hace, porque me pongo ya mismo a escribir. En cuanto a la información histórica, no conozco mucho lo que a la Edad Media y Templarios se refiere, pero en lo que es la prehistoria de los evangelios, por no decir el cristianismo preconstantiniano, me parece que su documentación es bastante berreta. Creo que uno de los éxitos es el caño que le da a la Iglesia.

Luego, en mi afán de lectura Robinsoniana, leí Salvajes, pero esa se la dejo para una próxima entrega.