febrero 20, 2005

Libros de verano v 2.0 (primera parte)

Como estoy atrasadísima con mis reseñas le voy a hacer un bondi parecido al suyo con algunos de los libros de las vacaciones. Los demás, los mejores, me los reservo para sacarles más jugo.

Leí El grito, de Florencia Abbate, que es una novela construida a partir de cuatro historias cuyo principal vínculo es que suceden a fines del 2001, entre cacerolazos y presidentes renunciantes. "¿Y eso les da unidad?", me preguntará Ud. Bueno, le contesto yo, si no recuerdo mal, el protagonista de la primera, un típico post-adolescente de estos tiempos es el hijo de un empresario que a su vez es el novio del decorador de interiores que escribe la larguísima carta que es la tercera historia y a su vez es un viejo conocido del ex-guerrillero que repasa su vida y sus amores en la segunda parte, uno de los cuales, el más significativo, es una escultora enferma terminal, que se aisló del mundo en su departamento hasta que del cielo le cae de visita un amigo del hermano del pibe de la primera parte (literalmente, el chico aterriza en el balcón de la mujer). No, no me ponga esa cara, ya sé lo que me va a decir, pero en la solapa (que Ud sabe que leo con tanta atención como las contratapas) dice textualmente: "El grito es su primera novela". Sea lo que sea, todas esas voces le dan algo que a mí me gusta tanto: multiplicidad de puntos de vista. Ese es, para mí, el mayor acierto de El grito: escuchar lo que cada personaje tiene para decir, en primera persona. Claro que algunos lo hacen de una manera más verosímil que otros y todos terminan, tarde o temprano, declamando o explicando demasiado. Porque, por otra parte, la novela que no se priva de nada: la coyuntura de una época turbulenta, los recuerdos de otra (y sobre todo las diferencias entre ambas), las familias disfuncionales, el sexo, la enfermedad, el toque homosexual, y hasta un poco de alarde de una gran cultura general (Ud. sabe cuán difícil es para quien escribe, sustraerse a la necesidad de mostrar cuánto sabe y cuánto leyó en su vida). Todo eso da como resultado un universo que supongo que al común de la gente la deja afuera, mirando incrédula como si se tratara de uno de esos programas de la tele lleno de travestis, bailarinas de caño y marginales. A pesar de todo esto, El grito se deja leer, es llevadero, está bien escrito y, con su galería de personajes entre freaks y abúlicos, no deja de ser una pintura de una época casi idem.

En el extremo opuesto de la primera persona declamada del libro anterior, leí "Medieval Times", un cuento de Roberto Fontanarrosa que forma parte de La mesa de los galanes. No recuerdo si alguna vez hablamos del Negro, pero a mí me parece brillante, de lo mejor que han dado estas tierras a la literatura. Los textos del tipo fluyen, tienen un timing perfecto y te llevan con una naturalidad asombrosa. Los personajes son tan verosímiles que prácticamente los escuchás hablando, contándote lo que quieren contarte. En este sentido, "Medieval Times" es impecable, tanto en estructura como en la historia: es el largo monólogo de un tipo que le cuenta a un amigo lo que le pasó en un viaje a los Estados Unidos y de paso expone todas las lacras y miserias del típico argentino medio, xenófobo, racista, machista, desbordante de prejuicios y viveza criolla. A diferencia de cualquiera de los personajes de El grito, un tipo que cualquiera puede conocer. Si quiere se lo mando, lo tengo en un documento de Word.

Y como este bondi ya está demasiado lleno, le cuento uno más y me dejo el resto para otro capítulo: después de una sobredosis de Eugénides que le detallaré en otras oportunidad, leí El gusano máximo de la vida misma, de Alberto Laiseca, que es el tipo de bigotes extra large que cuenta los Cuentos de terror en los sábados de I-Sat, si no me equivoco. No es el primero que leo de él y tampoco el que más me gustó, y le digo esto porque no sabe lo que me cuesta decir algo de este libro. Es la "historia" de un gusano que va de techo en techo, listo para saltar sobre las mujeres y cogerlas, ayudado por su capacidad de cambiar de aspecto, emitir penes y su talento para la seducción. Es también, una suerte de estudio sociológico sobre las cloacas de Nueva York (o de Buenos Aires, ni siquiera el autor lo tiene claro todo el tiempo), su estructura social, sus habitantes y formas de vida. Pero es, más que nada, un delirio sin par de un autor que se especializa en delirios: uno lo lee y no termina ni de sorprenderse ni de creer que haya alguien capaz de escribir de ese modo entre directo, bizarro y revulsivo. La verdad es que me resultó muy original y muy divertido, pero si Ud. nunca leyó a Laiseca le recomendaría que empiece por algo un poco más normal, como Beber en rojo, que es algo así como la historia de Drácula en el año 2000. Y es muuuy bueno.

Eso es todo por ahora, aunque no quiero terminar sin volver al tema Bolaño. ¿Vio que ahora todo el mundo lo conoce y lo lee? No sé Usted, pero a mí hasta me dieron ganas de revisar el post de Putas asesinas. Qué quiere que le diga, tanto revuelvo y homenaje póstumo me dan ganas de incursionarlo un poco más. Avíseme si consigue algo.