febrero 24, 2005

Almuneda Grandes

¿Se llama así, no? Ud. me dijo que había aprendido a escribir esta muchachita, luego de Las Edades de Lulú. Bueno, el asunto es que vamos con mi amiga Karen a la librería Alejandría de Mardel, que tiene un cafecito tipo Losada, ¿vio? y mi amiga me dice elegite un libro. Luego de mucha indecisión (para mí estar con alguien conocido en una librería es como estar con alguien conocido en el vestuario de un club: la misma sensación levemente incómoda), estoy entre La Balsa de Piedra y Te llamaré Viernes. Finalmente elijo este último y lo empiezo a leer, exactamente las 32 primeras páginas porque la 33 y 34 y la 38 y 39 están en blanco. Esas 32 páginas sumamente aburridas, me convencieron, al ir a devolverlo, de la sugerencia de cambiarlo por otro, ya que de ese no tenían más ejemplares. Así que me quedé con El Guardian junto al centeno.

febrero 22, 2005

Libros de verano v 2.0 (segunda parte)

Le sigo contando mis libros de verano:

Me regalaron El pie de mi padre, de Zoé Valdés, que es una cubana exiliada que según dice en su biografía es una autora por demás prolífica, reconocida y premiada. Esta la historia de Alma Desamparada (ya se puede dar una idea de cómo viene la mano), hija de una madre muy pobre que la trata como si le hubiese arruinado la vida y un padre desconocido. Hasta la mitad del libro, más o menos, su destino parece no ser otro que la misera extrema, hacerle honor a su nombre en un país que la autora pinta tan desalmado como su deplorable familia, incapaz de tener sentimiento alguno. En semejante panorama, ella busca a su padre en cada hombre con el que se cruza, convencida de que lo va a reconocer por sus pies. Pero entonces ella "decide" rehacer su historia, inventar una gran mentira para hacer que su vida valga la pena. Según dice la contratapa todo lo que viene después de esta declaración es una "vida imaginaria en la que ella se convierte en una escritora de éxito", pero a mí no me queda taaan claro, es cierto que es demasiado cambio pero en ningún momento está muy explícito que sea todo una fantasía. Más o menos lo que pasa es que ella de repente crece, se enamora de un funcionario de la revolución que después se muere en un accidente aéreo, conoce a su padre y lo "perdona", se hace amiga de dos jóvenes que se contagiaron de sida voluntariamente (¡¡!!), se descubre embarazada y así y todo decide dejar la isla en un bote, ¡ella sola!, casi se muere en el medio de una tormenta caribeña, pero es rescatada y llevada a ¡Guantánamo!, y después se va a ¡París! y tiene a su hija y vive feliz sin tener que volver a "bajar la cabeza jamás". En el medio, palos y más palos al régimen, su burocracia, su deshumanización y sus consecuencias. Y sí, parece todo una gran mentira, pero en ningún momento hay algún nuevo elemento que nos permita ver lo que supuestamente pasó con la real y/o verdadera Alma Desamparada que se moría de hambre e imaginaba una vida mejor. Qué quiere que le diga, yo que Ud. no lo intentaría: si quiere leer historias de gente muy pero muy pobre, le recomiendo Ojos azules, de Toni Morrison, que me parece mucho más interesante y mejor escrito.

Ahora me toca la peor parte, confesarle que leí un libro de... ¡Jaime Bayly! Sí, aunque no lo crea, el único atenuante que se me ocurre es que me lo regalaron (junto con el libro anterior, aunque lo único que comparten es que en aquel la autora se llama Zoe, que es el mismo nombre de la protagonista de éste). En fin, el tipo no deja de ser un personaje interesante que dice cosas que escandalizan a más de un pacato, aunque sea más efectista que otra cosa. Le decía que La mujer de mi hermano está en las antípodas de El pie de mi padre: de los chicos pobres que tienen hambre pasamos a los ricos que tienen tristeza. Y sí, acá hay guita para tirar al techo, una ostentación casi revulsiva. Ignacio es el banquero más poderoso del condado, un tipo correcto, obsesivo con sus rutinas y sobre todo controlado, que tiene una esposa "bellísima", dedicada a hacer gimnasia y cursos inútiles. La única cagada es que no pueden tener hijos porque él es estéril. Pero salvo ese detalle, todo es tan perfecto que los dos se aburren, sobre todo ella, hasta que no se le ocurre mejor idea que darle cabida al hermano menor de él, un pintor bohemio y apasionado, tan mantenido como ella, cuyas prioridades son el arte, el alcohol y las mujeres, no siempre en el mismo orden, y que para colmo se quiere "vengar" de su hermano, no sólo porque es más exitoso sino por un lejano episodio de sexo entre hermanos (que está traído bien de los pelos como para no dejar de tocar un tema que parece tan imprescindible a la literatura de estos tiempos). Cuando se encama con el pintor, Zoe encuentra el "equilibrio": el tipo que le da seguridad, contención y, sobre todo, una chequera solvente, y el que le da masa a más no poder. Todo iría bárbaro si no fuera porque ella es una completa tarada que deja el celular prendido sin querer, haciendo que el banquero empiece a darse cuenta de que le adornan la cabeza. Usted esperaría el Gran Despelote, con ríos de lágrimas, gritos, sangre y vendettas, pero no, Ignacio es tan controlado que no sólo termina perdonando a todos sino que además se hace cargo del hijo que le hizo el hermano a su mujer. Así y todo, la historia no estaría tan mal si no fuera que además está plagada de lugares comunes (la histérica, el trabajador-aburrido vs. el bohemio-pasional, el culto al cuerpo, el dinero vs. la pasión, el matrimonio vs. la libertad, y mil etcéteras más), inundada de repeticiones innecesarias y escrita de una manera que hasta a Corín Tellado le daría vergüenza. Le doy un ejemplo: Zoe quiere dejar a su marido y piensa en escribirle una carta de despedida y nos detalla todo lo que piensa decirle en ella. A continuación, viene la carta de despedida donde le dice todo lo que nos había adelantado en la página anterior. Porque, por si fuera poco, todo el libro está narrado desde los puntos de vista de los tres, pero en una forma en que las visiones no se complementan sino que se superponen. Y no sólo eso, los personajes son tan pero tan estereotipados y tan pero tan detestables y mezquinos y estúpidos que hasta tientan a pensar que todo es a propósito y que Jaime en realidad se está riendo de nosotros, contando una suerte de folletín hiperexagerado vaya a saberse con qué intenciones transgresoras.

Y para terminar, el pasajero VIP del bondi: La noche del oráculo, de Paul Auster. No le voy a decir demasiado de este libro porque hablan de él en todos lados, "el esperado regreso del mejor Auster". Más allá de que el tipo sigue escribiendo historias de escritores, en este caso el planteo es muy bueno: una serie de novelas, una adentro de otra como las cajas chinas. La historia de un escritor, Sydney Orr, que sobrevive a una enfermedad por la que lo habían desahuciado y empieza su lenta recuperación escribiendo, en un cuaderno azul (con sugeridas propiedades extraordinarias, para mí, desperdiciadas) la historia de un editor que, enfrentado a la muerte, decide cortar con todos sus lazos y empezar una nueva vida en otro lado, llevándose sólo un manuscrito, una historia inédita de una escritora consagrada que decide escribir algo diferente a toda su producción. No me diga que no suena interesantísimo, sobre todo por el mix que surge de la historia principal mostrada en los hechos, la segunda esbozada en el cuaderno y los detalles parciales de la tercera, necesarios para darle estructura a la anterior. Todo bien hasta que la historia del cuaderno azul entra en un punto muerto (lo que me lleva a un lance más que audaz ¿será el mismo punto muerto de Auster, que no puede salir de las historias de escritores?), y la linda estructura se diluye para priorizar la de Sydney y su necesidad de reconstruir su vida de una vez por todas. En fin, el libro fluye, como decimos siempre, se deja leer, pero si quiere mi opinión, todavía está bastante lejos de La música del azar, Mr. Vértigo y Leviatán, que sin duda son el mejor Auster.

febrero 20, 2005

Libros de verano v 2.0 (primera parte)

Como estoy atrasadísima con mis reseñas le voy a hacer un bondi parecido al suyo con algunos de los libros de las vacaciones. Los demás, los mejores, me los reservo para sacarles más jugo.

Leí El grito, de Florencia Abbate, que es una novela construida a partir de cuatro historias cuyo principal vínculo es que suceden a fines del 2001, entre cacerolazos y presidentes renunciantes. "¿Y eso les da unidad?", me preguntará Ud. Bueno, le contesto yo, si no recuerdo mal, el protagonista de la primera, un típico post-adolescente de estos tiempos es el hijo de un empresario que a su vez es el novio del decorador de interiores que escribe la larguísima carta que es la tercera historia y a su vez es un viejo conocido del ex-guerrillero que repasa su vida y sus amores en la segunda parte, uno de los cuales, el más significativo, es una escultora enferma terminal, que se aisló del mundo en su departamento hasta que del cielo le cae de visita un amigo del hermano del pibe de la primera parte (literalmente, el chico aterriza en el balcón de la mujer). No, no me ponga esa cara, ya sé lo que me va a decir, pero en la solapa (que Ud sabe que leo con tanta atención como las contratapas) dice textualmente: "El grito es su primera novela". Sea lo que sea, todas esas voces le dan algo que a mí me gusta tanto: multiplicidad de puntos de vista. Ese es, para mí, el mayor acierto de El grito: escuchar lo que cada personaje tiene para decir, en primera persona. Claro que algunos lo hacen de una manera más verosímil que otros y todos terminan, tarde o temprano, declamando o explicando demasiado. Porque, por otra parte, la novela que no se priva de nada: la coyuntura de una época turbulenta, los recuerdos de otra (y sobre todo las diferencias entre ambas), las familias disfuncionales, el sexo, la enfermedad, el toque homosexual, y hasta un poco de alarde de una gran cultura general (Ud. sabe cuán difícil es para quien escribe, sustraerse a la necesidad de mostrar cuánto sabe y cuánto leyó en su vida). Todo eso da como resultado un universo que supongo que al común de la gente la deja afuera, mirando incrédula como si se tratara de uno de esos programas de la tele lleno de travestis, bailarinas de caño y marginales. A pesar de todo esto, El grito se deja leer, es llevadero, está bien escrito y, con su galería de personajes entre freaks y abúlicos, no deja de ser una pintura de una época casi idem.

En el extremo opuesto de la primera persona declamada del libro anterior, leí "Medieval Times", un cuento de Roberto Fontanarrosa que forma parte de La mesa de los galanes. No recuerdo si alguna vez hablamos del Negro, pero a mí me parece brillante, de lo mejor que han dado estas tierras a la literatura. Los textos del tipo fluyen, tienen un timing perfecto y te llevan con una naturalidad asombrosa. Los personajes son tan verosímiles que prácticamente los escuchás hablando, contándote lo que quieren contarte. En este sentido, "Medieval Times" es impecable, tanto en estructura como en la historia: es el largo monólogo de un tipo que le cuenta a un amigo lo que le pasó en un viaje a los Estados Unidos y de paso expone todas las lacras y miserias del típico argentino medio, xenófobo, racista, machista, desbordante de prejuicios y viveza criolla. A diferencia de cualquiera de los personajes de El grito, un tipo que cualquiera puede conocer. Si quiere se lo mando, lo tengo en un documento de Word.

Y como este bondi ya está demasiado lleno, le cuento uno más y me dejo el resto para otro capítulo: después de una sobredosis de Eugénides que le detallaré en otras oportunidad, leí El gusano máximo de la vida misma, de Alberto Laiseca, que es el tipo de bigotes extra large que cuenta los Cuentos de terror en los sábados de I-Sat, si no me equivoco. No es el primero que leo de él y tampoco el que más me gustó, y le digo esto porque no sabe lo que me cuesta decir algo de este libro. Es la "historia" de un gusano que va de techo en techo, listo para saltar sobre las mujeres y cogerlas, ayudado por su capacidad de cambiar de aspecto, emitir penes y su talento para la seducción. Es también, una suerte de estudio sociológico sobre las cloacas de Nueva York (o de Buenos Aires, ni siquiera el autor lo tiene claro todo el tiempo), su estructura social, sus habitantes y formas de vida. Pero es, más que nada, un delirio sin par de un autor que se especializa en delirios: uno lo lee y no termina ni de sorprenderse ni de creer que haya alguien capaz de escribir de ese modo entre directo, bizarro y revulsivo. La verdad es que me resultó muy original y muy divertido, pero si Ud. nunca leyó a Laiseca le recomendaría que empiece por algo un poco más normal, como Beber en rojo, que es algo así como la historia de Drácula en el año 2000. Y es muuuy bueno.

Eso es todo por ahora, aunque no quiero terminar sin volver al tema Bolaño. ¿Vio que ahora todo el mundo lo conoce y lo lee? No sé Usted, pero a mí hasta me dieron ganas de revisar el post de Putas asesinas. Qué quiere que le diga, tanto revuelvo y homenaje póstumo me dan ganas de incursionarlo un poco más. Avíseme si consigue algo.

febrero 17, 2005

Libros del verano

Le reseño lo que he leído este verano, que como Ud. verá no ha sido de la mejor literatura.

Para empezar me tomé el trabajo de leer La función del orgasmo, de Wilhelm Reich. Lo mejorcito. Un libro difícil no por lo erudito sino por la forma en que fue escrito o traducido. Reich fue discípulo de Freud, militante del Partido comunista, y el precursos de las terapias corporales que están tan de moda. Este libro cuenta la historia de su progresiva separación del psicoanálisis ortodoxo y su descubimiento de la terapia del orgasmo y le bioelectricidad. Lo más interesante para mí -que ya conocía más o menos el pensamiento de Reich- es leer cómo él se considera el guardián del pensamiento psicoanálitico original y a todos los demás, incluído Freud, como desviacionistas, en función de que energía sexual deja de ser el tema principal para concentrarse en otros temas, como el instinto de muerte. Reich cree que todas esas "intelectualizaciones" son concesiones del psicoanalisis a la moral burguesa.

Después leí Por los pelos, de Marian Keyes, que según la contratapa es una de las revelaciones de la literatura joven inglesa (no se si eso lo ha leído alguna vez en alguna contratapa). Me sorprendió que en la calle Guemes de Mar del Plata, una librería reconcheta tenía varios libros de ella en la vidriera. No lo lea. Es una especie de Corin Tellado moderno, con el condimento de amigos homosexuales, trastornos de la alimentación, un poco de psicología barata y mínimo sexo explícito. Hay gente que se gana la vida fácil.

Después, aunque no lo crea, leí El código Da Vinci. Le comento que Martín lo leyó en 24 hs. No es tan largo como parece. Al principio me enganchó pese a los obvios clichés de novela policial barata. Luego me aburrió, y finalmente me molestaron las trampas que fue haciendo al lector para llevarlo por caminos equivocados. Un producto de acá a la china, que, como las Tortugas Ninja, tienen un éxito insospechable hasta por la gente que conoce el negocio bien. Ojalá supiera como se hace, porque me pongo ya mismo a escribir. En cuanto a la información histórica, no conozco mucho lo que a la Edad Media y Templarios se refiere, pero en lo que es la prehistoria de los evangelios, por no decir el cristianismo preconstantiniano, me parece que su documentación es bastante berreta. Creo que uno de los éxitos es el caño que le da a la Iglesia.

Luego, en mi afán de lectura Robinsoniana, leí Salvajes, pero esa se la dejo para una próxima entrega.