febrero 22, 2005

Libros de verano v 2.0 (segunda parte)

Le sigo contando mis libros de verano:

Me regalaron El pie de mi padre, de Zoé Valdés, que es una cubana exiliada que según dice en su biografía es una autora por demás prolífica, reconocida y premiada. Esta la historia de Alma Desamparada (ya se puede dar una idea de cómo viene la mano), hija de una madre muy pobre que la trata como si le hubiese arruinado la vida y un padre desconocido. Hasta la mitad del libro, más o menos, su destino parece no ser otro que la misera extrema, hacerle honor a su nombre en un país que la autora pinta tan desalmado como su deplorable familia, incapaz de tener sentimiento alguno. En semejante panorama, ella busca a su padre en cada hombre con el que se cruza, convencida de que lo va a reconocer por sus pies. Pero entonces ella "decide" rehacer su historia, inventar una gran mentira para hacer que su vida valga la pena. Según dice la contratapa todo lo que viene después de esta declaración es una "vida imaginaria en la que ella se convierte en una escritora de éxito", pero a mí no me queda taaan claro, es cierto que es demasiado cambio pero en ningún momento está muy explícito que sea todo una fantasía. Más o menos lo que pasa es que ella de repente crece, se enamora de un funcionario de la revolución que después se muere en un accidente aéreo, conoce a su padre y lo "perdona", se hace amiga de dos jóvenes que se contagiaron de sida voluntariamente (¡¡!!), se descubre embarazada y así y todo decide dejar la isla en un bote, ¡ella sola!, casi se muere en el medio de una tormenta caribeña, pero es rescatada y llevada a ¡Guantánamo!, y después se va a ¡París! y tiene a su hija y vive feliz sin tener que volver a "bajar la cabeza jamás". En el medio, palos y más palos al régimen, su burocracia, su deshumanización y sus consecuencias. Y sí, parece todo una gran mentira, pero en ningún momento hay algún nuevo elemento que nos permita ver lo que supuestamente pasó con la real y/o verdadera Alma Desamparada que se moría de hambre e imaginaba una vida mejor. Qué quiere que le diga, yo que Ud. no lo intentaría: si quiere leer historias de gente muy pero muy pobre, le recomiendo Ojos azules, de Toni Morrison, que me parece mucho más interesante y mejor escrito.

Ahora me toca la peor parte, confesarle que leí un libro de... ¡Jaime Bayly! Sí, aunque no lo crea, el único atenuante que se me ocurre es que me lo regalaron (junto con el libro anterior, aunque lo único que comparten es que en aquel la autora se llama Zoe, que es el mismo nombre de la protagonista de éste). En fin, el tipo no deja de ser un personaje interesante que dice cosas que escandalizan a más de un pacato, aunque sea más efectista que otra cosa. Le decía que La mujer de mi hermano está en las antípodas de El pie de mi padre: de los chicos pobres que tienen hambre pasamos a los ricos que tienen tristeza. Y sí, acá hay guita para tirar al techo, una ostentación casi revulsiva. Ignacio es el banquero más poderoso del condado, un tipo correcto, obsesivo con sus rutinas y sobre todo controlado, que tiene una esposa "bellísima", dedicada a hacer gimnasia y cursos inútiles. La única cagada es que no pueden tener hijos porque él es estéril. Pero salvo ese detalle, todo es tan perfecto que los dos se aburren, sobre todo ella, hasta que no se le ocurre mejor idea que darle cabida al hermano menor de él, un pintor bohemio y apasionado, tan mantenido como ella, cuyas prioridades son el arte, el alcohol y las mujeres, no siempre en el mismo orden, y que para colmo se quiere "vengar" de su hermano, no sólo porque es más exitoso sino por un lejano episodio de sexo entre hermanos (que está traído bien de los pelos como para no dejar de tocar un tema que parece tan imprescindible a la literatura de estos tiempos). Cuando se encama con el pintor, Zoe encuentra el "equilibrio": el tipo que le da seguridad, contención y, sobre todo, una chequera solvente, y el que le da masa a más no poder. Todo iría bárbaro si no fuera porque ella es una completa tarada que deja el celular prendido sin querer, haciendo que el banquero empiece a darse cuenta de que le adornan la cabeza. Usted esperaría el Gran Despelote, con ríos de lágrimas, gritos, sangre y vendettas, pero no, Ignacio es tan controlado que no sólo termina perdonando a todos sino que además se hace cargo del hijo que le hizo el hermano a su mujer. Así y todo, la historia no estaría tan mal si no fuera que además está plagada de lugares comunes (la histérica, el trabajador-aburrido vs. el bohemio-pasional, el culto al cuerpo, el dinero vs. la pasión, el matrimonio vs. la libertad, y mil etcéteras más), inundada de repeticiones innecesarias y escrita de una manera que hasta a Corín Tellado le daría vergüenza. Le doy un ejemplo: Zoe quiere dejar a su marido y piensa en escribirle una carta de despedida y nos detalla todo lo que piensa decirle en ella. A continuación, viene la carta de despedida donde le dice todo lo que nos había adelantado en la página anterior. Porque, por si fuera poco, todo el libro está narrado desde los puntos de vista de los tres, pero en una forma en que las visiones no se complementan sino que se superponen. Y no sólo eso, los personajes son tan pero tan estereotipados y tan pero tan detestables y mezquinos y estúpidos que hasta tientan a pensar que todo es a propósito y que Jaime en realidad se está riendo de nosotros, contando una suerte de folletín hiperexagerado vaya a saberse con qué intenciones transgresoras.

Y para terminar, el pasajero VIP del bondi: La noche del oráculo, de Paul Auster. No le voy a decir demasiado de este libro porque hablan de él en todos lados, "el esperado regreso del mejor Auster". Más allá de que el tipo sigue escribiendo historias de escritores, en este caso el planteo es muy bueno: una serie de novelas, una adentro de otra como las cajas chinas. La historia de un escritor, Sydney Orr, que sobrevive a una enfermedad por la que lo habían desahuciado y empieza su lenta recuperación escribiendo, en un cuaderno azul (con sugeridas propiedades extraordinarias, para mí, desperdiciadas) la historia de un editor que, enfrentado a la muerte, decide cortar con todos sus lazos y empezar una nueva vida en otro lado, llevándose sólo un manuscrito, una historia inédita de una escritora consagrada que decide escribir algo diferente a toda su producción. No me diga que no suena interesantísimo, sobre todo por el mix que surge de la historia principal mostrada en los hechos, la segunda esbozada en el cuaderno y los detalles parciales de la tercera, necesarios para darle estructura a la anterior. Todo bien hasta que la historia del cuaderno azul entra en un punto muerto (lo que me lleva a un lance más que audaz ¿será el mismo punto muerto de Auster, que no puede salir de las historias de escritores?), y la linda estructura se diluye para priorizar la de Sydney y su necesidad de reconstruir su vida de una vez por todas. En fin, el libro fluye, como decimos siempre, se deja leer, pero si quiere mi opinión, todavía está bastante lejos de La música del azar, Mr. Vértigo y Leviatán, que sin duda son el mejor Auster.