junio 15, 2006

Nietzsche, Judas y Mishima

Le cuento que hace rato que quería postear un comentario, porque anduve leyendo bastante, pero aunque sea voy a contarle de tres libros, y empiezo por Nietzsche, no es que me haya puesto a leer ahora al filósofo, que será siempre uno de los inspiradores de mi vida, es que leí El día que Nietzsche Lloró, de Irvin D. Yalom un autor que está en el medio entre la novela y la autoayuda. Como novela mala, de recursos bajos, o al menos de esos que yo jamás usaría, como el del final, donde el pobre Breuer, el famoso doctor que fue maestro de Freud y analizó a Ana O. ¿remember? se va de la casa y decide empezar una nueva vida, abandonando su exitosa profesión, su mujer y sus hijos para ir detrás de lo que Nietzsche le ha inspirado, la verdadera vida, sin la atadura de la esclavitud al deber, pero diez páginas después el lector se entera de que todo eso no sucedió realmente sino que es una ensoñación que Breuer tuvo, hipnotizado, o sea que sigue con su familia y su profesión y además, le ha servido para descubrir que se puede ser feliz amando la realidad en la que vive: "amor fati", como dicen los filósofos. Es un libro fácil, con todas las técnicas de los best sellers, si vale la pena que alguien lo lea, no es por lo literario sino precisamente por esa reflexión sobre cómo uno puede llegar a amar lo que es, la realidad en la que vive. El libro es además interesante porque retrata, supongo que bastante bien, el mundo vienés del principio del siglo XX, la época de Freud, del desarrollo del psicoanálisis.

Paso a un libro que me gustó: fácil, ameno y bien escrito, Qué bien besaba Judas, de Maira Papazanasopulu, una historia de amores, desamores y enredos, que tiene como escenario, la Atenas actual, esas novelas que me gusta leer cuando estoy medio bournout, porque no le exigen mucho a mi mente, pero me entretienen. La leí casi de corrido. Lectura de playa que le dicen.

Para retorcida en cambio, terminé, luego de varios intentos infructuosos, las Confesiones de una máscara, de Mishima, que era de esos libros que lo miran a uno desde la biblioteca y lo hacen sentirse culpable porque nunca había sobrepasado la página del muchachito de pelo en lo sobacos. Lo que más me extraña de la historia es que siempre dicen que la culpabilidad es más bien una noción occidental y cristiana, pero se nota que el virus ha sido bien inoculado, porque el pobre Yukio, en esta novela autobiográfica que escribió muy joven, es casi un estereotipo de neurótico culpógeno, y su homosexualidad una obsesión, un misterio terrible que no atreve a enfrentar y que lo recorre por entero. Claro, eran otras épocas, sin tanta tolerancia ni aceptación de la diferencia, pero estoy viendo, por ejemplo, El Gran espejo del amor entre hombres, un clásico de la literatura japonesa del siglo XVII, en cuya introducción se describe, como estaban prescriptas las relaciones homosexuales entre adultos y adolescentes. ¿Qué hay entre el Espejo y la Máscara? ¿Tres siglos? ¿El cristianismo impregando la cultura tradicional japonesa? ¿O es que nosotros, en nuestra propia visión autocrítica de occidente hemos idealizado oriente, como cuando imaginamos que India es un continente de yoguis y maestros y no la masa inmensa de pobres al borde de la inanición?

enero 25, 2006

dialoguitos del verano

yaeL dice:
le cuento que tengo un libro que no pude terminar de leer!!!
debe ser el 3ero en 20 años
primero, uno de leonidas lamborgini
no pude pasar de la pagina diez
edu dice:
ah yo lo poco q lei es insufrible
yaeL dice:
no pude entrar ni en el primer párrafo
too much
y mire que yo leí a laiseca, que no es fácil
pero lamborguini es blindado
segundo, el de las catedrales de vargas llosa
pero ese lo pienso volver a encarar "en algún momento"
edu dice:
vargas llosa es otro insoportable
edu dice:
yo lei el paraiso en la otra esquina
q tiene todos los materiales para ser una novela excelente
y es pesima
yaeL dice:
pero ese viene muy recomendado por mi marido, que se banca pocos libros
edu dice:
igual lo más viejo de Vargas Llosa es lo mejor
yaeL dice:
yo lo único que leí, con ganas y mucho placer de ese tipo fue la casa verde
es MUY bueno
y ahora acabo de secuestrarle a mi vieja el de la tia julia
pero dudo que vaya a leerlo yo
yaeL dice:
bien
el tercero en cuestión tiene muchísimo menos méritos
Erotópolis
edu dice:
ya el titulo...
yaeL dice:
de una ilustre desconocida que se llama lysyk
o algo así
concretamente la demostración de:
1- o bien que cualquiera puede publicar cualquier cosa
2- o bien que la tal lysyk se cogió a todo ediciones la flor y por eso publicó
3- o bien la lysyk es la hija bastarda de borges o de onasis y por eso publico
una Mierda
pero Mierda con ganas
parece escrito por ese tipo de chicos que agarran el diccionario y buscan todas las malas palabras
espere que voy a escribir erótico:
"pija, culo, coger, vagina..."
intragable
y ud sabe que yo soy de mucha paciencia
pero la boluda esta me pudo

edu dice:
yo abandoné, por tercera vez creo, Memorias de Adriano
pero considero q es culpa mía y no de la novela
yaeL dice:
ese lo leí entero!!
edu dice:
llego siempre a la pagina 20
edu dice:
y ya estoy más embolado de la vida que el mismo Adriano
yaeL dice:
no es fácil
edu dice:
y mire q la Yourcenar me fascina

edu dice:
bueno, hemos hablado de libros
edu dice:
podríamos postear esto
yaeL dice:
dele, postee
yaeL dice:
que ud tiene bandancha

enero 18, 2006

Autoayúdate que Buda te ayudará

Acabo de terminar un libro que me gustó mucho, Dharma Urbano, de Arthur Jeon. Se trata de aplicar los principios prácticos del budismo a la vida cotidiana, con sencillez, sentido del humor y mucho sentido común. No le digo que esté de acuerdo 100% con lo que propone el autor, pero sí que me gusta mucho. Entre los libros "espirituales" o de "autoayuda" hay bastantes diferencias, pero creo que la principal está entre los que alimentan el ego y los que, como este, parten del hecho de que el ego es el principal problema de nuestra vida, una vez solucionadas las necesidades básicas. Es el ego el que nos manda cambiar el auto todos los años, conseguir ese ascenso, construir o destruir un imperio y, la verdad es que no nos deja en paz, porque nos obliga a actuar a expensas de la felicidad. Bueno, eso es lo que viene sosteniendo el libro y emparenta con otro que lei hace un tiempo y también me gustó "Budismo sin creencias" de Stephen Batchelor. Los dos autores hablan de un budismo laico y agnóstico, sin jerarquías eclesiásticas, sin mitologías, sin reencarnacionismos, algo que me gustaría resumir en ese paradógico dicho budista: "Si te encuentras con el Buda en el camino, mátalo". También tengo para recomendar el libro de A.M. Matthews "Siete claves para vivir en calma", que, en la misma tradición ofrece caminos para vivir con serenidad.

Y ya que nos pusimos muy espirituales, bajemos a la dura materia. Me tomé el trabajito de leer Padre Rico, Padre Pobre, primero de Robert T. Kiyosaki, un libro de autoayuda financiera. Tuve que tragarme una pila de páginas en las que el hombre acierta en un par de ideas, como que sería mejor que uno invirtiera la plata en lugar de gastársela porque la plata que se invierte genera más plata y luego uno puede gastar los excedentes. Pero luego, a la hora de la práctica uno ve que los ejemplos son traídos de los pelos, que lo que parece que es una simple decisión: deje de trabajar para otros y trabaje para sí mismo, no da resultado tan fácil (mire en qué terminan casi todos los retiros voluntarios e indemnizaciones de este país). Pero además es, de acuerdo a esa ideología del norte, según la que ser pobre es un pecado, el libro es un manual del egoismo y la falta de solidaridad que aparte de este Kiyosaki, creo que sólo Bush podría haber escrito. En fin, a los efectos prácticos una basura, a los fines éticos ídem.

Y para terminar con estas cuestiones existenciales, acabo de terminar la divertida novela "Cuarenta y tantos", de Nigel Williams, que es el diario personal de un hombre de casi cincuenta años, enfrentado a su barriga, su mujer independizada y sus hijos adolescentes, con el background de la BBC, donde trabaja el pobre tipo, como actor de una novela radiofónica. Aunque el final tiene un toquecito moralejista que mucho no me gustó, las quinientas páginas me las tragué ansioso, lo que no es común. Eso sí, consejos para la vida, ninguno que me sirviera.