junio 07, 2005

Las mil y una noches vs. El Decamerón

Haga la prueba, pregúntele a cualquiera y verá que el imaginario popular está convencido de que Las mil y una noches es un libro de cuentos para chicos, mientras que El Decamerón son relatos para adultos, eróticos, rayanos con la pornografía. Claro que, como pasa con todos los "clásicos" (¿cuántos leyeron de verdad todo El Quijote?, ¿cuántos pasaron más allá del capítulo 5 de Facundo, y sólo porque era obligatorio en el colegio secundario?) la mayoría de la gente no los leyó y a lo sumo se conforma con las versiones disney y/o película clase B/telefilme de cuarta de algunos de los cuentos más famosos de ambos.

Bueno, yo que los leí a los dos (ya puede Ud decir que conoce a alguien que leyó Las mil y una noches enterito) puedo decirle que el imaginario popular está totalmente equivocado: esos libros son casi casi exactamente lo contrario a lo que ellos creen.

La mejor manera de leer Las mil y una noches es usarlo de transición entre libros. Cuando Ud. termina con un libro y antes de empezar otro, se lee un par de cuentos (o algunas noches) y cuando siente que: a) ya pudo dejar atrás la historia del libro anterior; y b) ya leyó una más que suficiente cantidad de "oh, rey afortunado" y/o "pero Alá es más sabio", da por terminado el recreo y sigue con el próximo libro. Digamos que LMyUN funciona como una "limpieza de paladar".

Y sin embargo, el libro es mucho más que eso: la mayoría de los cuentos son entretenidos y muy variados (hay aventuras fantásticas, viajes, amores y desamores, historias picantes y hasta fábulos morales)y si bien 3000 páginas son muchísimas y en algún punto las repeticiones se vuelven más que evidentes, uno llega a encariñarse con esos personajes y hasta con la meta-historia y la famosa Sherezada (que tiene tres o cuatro apariciones de peso, y después se limita a callar discretamente cuando aparece la mañana, y simplemente "decir" cuando, finalizadas todas las actividades del día, llega la hora del cuento que le va a salvar la vida por una noche más). Es liviano, sí, es literatura del tipo "pan con manteca", tan simple como deliciosa, lo que de ningún modo quiere decir que sea mala.

¿Por qué le digo que no es un libro para chicos? Porque si algo queda claro de las 1001 noches de Sherazada con el rey más los no-se-cuántos-cuentos que ésta le cuenta a su audiencia, es que la rutina diaria de los tipos (principalmente los de guita, pero también los pobres se las apañan para hacerlo), al menos en aquella época, se centraba mayormente en un trío de "c": comer, cantar y coger. Un poco más abajo, atender a los huéspedes e ir al hamman (el baño público) y después de eso, trabajar. Escondidos entre los cuentos puede encontrar las 1001 peripecias del viajero, las 1001 formas de engañar al prójimo, las 1001 formas de hacerse rico, los millones de premios y castigos que Alá les depara a los fieles y a los infieles, una infinita variedad de insultos que van desde el simple "perro infiel" hasta las más compleja y elaborada de las maldiciones (media página), todo un diccionario de sinónimos increíbles para denominar al acto sexual y a los genitales, el recetario oriental completo, el manual de etiqueta y una multitud de hombres bellos como lunas y mujeres de caderas generosas, bellas como el cuarto creciente de ramadán que se solazan entre sí y comen hasta reventar, sin olvidarse nunca de agradecer al Retribuidor por todos los bienes que éste les depara.

Al lado de Sherezada y sus amigos, los persoajes del libro de Boccaccio son una manga de bobos. La meta historia de El Decamerón cuenta que siete mujeres y tres hombres (más sus sirvientes, cocineros, ayudantes y hasta el loro, sin los que les sería imposible sobrevivir ni un par de horas) se instalan en la campiña para escapar de la peste que azota a Florencia a mediados del siglo 14.

Lejos de los placeres orientales, los 10 inútiles se dedican a correr por las praderas, jugar como chicos, dormir la siesta y contarse cuentos a la nochecita, uno cada uno por día, según el tema que fija el rey del día, quien al final de la jornada pasa su corona de flores al designado para el día siguiente. Ni le cuento lo que son las 100 historias, porque no vale la pena, pero hay algo que las unifica: son tanto o más aburridas que sus relatores. Ni siquiera levantan cuando el tema del día promete un poco de pimienta ("historias de maridos engañados", por ejemplo). Todos y cada uno de los cuentos tienen su trasfondo de enseñanza moral y su moraleja, los malos la pagan y se van al infierno, los caballeros piden perdón a las damas por los exabruptos y las damas se lo conceden sin dejar de ruborizarse. Pero de coger, ni hablar. Un embole.

Moraleja: si quiere divertirse, pruebe la baklava y olvídese de la muzzarella.