marzo 09, 2005

Combo Eugenides: toma todo.

Creo que nunca hablamos de manías de librería, ¿no? Sí sabemos que a los dos nos encanta pasar horas revisando estanterías, pero creo que nunca le conté que cada vez que entro en cualquier librería voy derecho a buscar una serie de libros que tengo en la mira, y que la única manera que tienen de salir de esa lista es entrar en mi biblioteca. Allí, en la lista de la compra, están Alta Fidelidad de Hornby, Hablando del Asunto y El amor, etc. de Julia Barnes, los Chuck Palahniuk (cualquiera de ellos, todos ellos) y varios más. El último que salió de la lista fue Las vírgenes suicidas.

Se puede decir que con esta historia empecé al revés. Lo primero que conocí de ella fue la banda sonora de la película, un disco glorioso de Air. La película tardó bastante más en llegar, precedida por todo el barullo que puede generar el debut como directora de la hija de Coppola, la morocha que hace de Mary Corleone en El Padrino III. La película resultó mucho mejor que las altas expectativas que pudiéramos hacernos (si no la vio, alquílela, hagame caso, y ya que está alquile también Perdidos en Tokio y haga el doblete, que vale la pena, yo sé lo que le digo). Después vino la nota de Radar que le contaba más abajo y la lectura de Middlesex, y con todo eso conseguir Las vírgenes suicidas se transformó casi en una cuestión de estado. Lo logré hace un par de meses, justo antes de irme de vacaciones. Les quedaba sólo uno (el último en todas las sucursales) y estaba medio baqueteado, y para colmo es un libro caro (39 mangos) y no me hicieron ni medio peso de descuento. Pero me lo compré igual. Y no me arrepiento en absoluto.

La historia, contada en primera persona del plural, tiene la forma de los recuerdos que un grupo de cuarentones "coleccionaron" en la época adolescente, cuando vivían "obsesionados" por sus vecinas, las hermanas Lisbon, cinco chicas de entre trece y diecisiete años, hijas de una madre dominante, ultra católica y conservadora y un padre dócil y resignado. El puntapié inicial de la leyenda es el intento de suicidio de la menor, concretado en segunda vuelta unas pocas semanas después. El golpe es demasiado fuerte, tanto para la familia como para el resto del barrio. Las estrictísima normas de la familia (nada de salidas con chicos, vestidos tres talles más grandes, quema de discos de rock y otras delicias similares) hacen eclosión después de que una de ellas llega de una fiesta dos horas más tarde que sus hermanas. La madre entonces impone un encierro definitivo para la familia, pretendiendo aislarlas del mundo y las tentaciones. Un año y medio después, las cuatro hermanas restantes se suicidan y sus muertes no hacen más que agrandar el mito. Pero antes del final, las chicas encuentras formas de comunicarse y hasta de pedir ayuda que los narradores, sus vecinos y hasta se podría decir sus admiradores más fervientes, no logran comprender hasta que ya es demasiado tarde.

Otra vez Eugenides usa el caso particular para contarnos historias más grandes. Las hermanas Lisbon son el reflejo condensado del "misterio de la femineidad" (como dice en la contratapa) visto a través de los ojos de un grupo de "hombrecitos", un enigma que ni siquiera veinte años después, con la "vida hecha" y todo logran desenredar. Otra vez, usa una metáfora deliciosa para acompañar a la historia principal: la desgracia de las hermanas Lisbon es casi paralela a la agonía de los olmos del barrio, afectados por una plaga rarísima y condenados por las autoridades a la poda completa.

Con este libro me pasó algo que nunca antes me había pasado: lo terminé de leer (lo devoré, como siempre que una historia me atrapa) y de inmediato lo leí de vuelta. Ni la revista del domingo quedó en el medio: así como llegué a la página 229 volví a la 9 y lo empecé otra vez. Y volví a devorarlo.

Una nota más a propósito de la película: es una de las mejores adaptaciones que recuerde, con la ventaja de que se trata de un libro bueno que resulta en una buena peli.

A propósito del affaire Almudena Grandes, tengo que hacer un descargo: el libro que yo le recomendé no era ese que usted intentó leer y no pudo sino Los aires difíciles. Ése es el único que leí además de Las edades de Lulú (que no me gustó demasiado).