marzo 07, 2005

Combo Eugenides: primera toma.

No vale que me cargue: supe quién era Eugenides gracias a su amiguito Fresán. Enredado entre palabras difíciles y conceptos un poco intrincados (novela "de cámara, coral" versus novela "operística", de milagro sin los clásicos subtítulos "uno", "dos", etc), Rodrigo hablaba de la "esperada" aparición de la segunda novela de Jeffrey, Middlesex. Esperada por dos motivos: primero porque tardó una década en escribirla y segundo porque después de leer Las vírgenes suicidas, cualquier persona quiere más. Mucho y rápido. Hasta la nota, yo no sabía que este tipo era el autor del libro que adaptó Sofía Coppola para su primera película, Las vírgenes suicidas (que en realidad queda como la apresurada traducción de The Virgin Suicides, que de ningún modo es lo mismo). Y después de la nota me quedé con ganas de comprar los dos libros.

Salvando las distancias (siderales, pero créame que vale la comparación), Middlesex es una saga familiar al mejor estilo Cien años de soledad. Pero mientras en la de Gabo el realismo mágico inunda la historia de la familia, la hace densa y por momentos difícil de seguir y hace que los componentes "mágicos" cobren mayor importancia que lo "humano" (no me diga que esta no es una tesis aventurada digna del mejor crítico de suplemento de cultura), en Middlesex lo más importante es la familia Stephanides y todo lo demás se subordina a contar su historia.

No tengo dudas de que si siguiéramos el camino de la comparación encontraríamos paralelismos como para hablar durante meses. Pero también estoy segura de que ni usted ni yo queremos hacer eso. Así que me voy a concentrar en Middlesex y usted tendrá que completar los razonamientos. La historia de los Stephanides se remonta a la década del veinte y empieza en una aldea griega en Esmirna, devastada por los turcos. De allí se escapan dos hermanos huérfanos y logran subirse a un barco que los lleva a América. Cuando llegan a Detroit son marido y mujer. Instalados en la casa de una prima, los hijos de las dos parejas crecen juntos y también se casan. El producto final de tanta sangre mezclada consigo misma es Cal, el narrador de la historia, un hermafrodito criado como Callíope hasta que, en pleno desborde de la adolescencia, las hormonas masculinas se le rebelan y lo revelan. Una historia singular contada como la consecuencia natural de una historia familiar, en la que el cultivo de la seda (un don natural que Desdémona, la matriarca, trajo de su tierra) es una metáfora hermosa de la historia de Cal. Entremezclado con todo eso, pasan muchos de los grandes hitos americanos: el furor fordista, la gran depresión, la ley seca, los contrabandistas de alcohol y los bares clandestinos, los enfrentamientos raciales, la guerra, los dorados '50, la arquitectura moderna, el cadillac y hasta los hippies. Eugenides es un descendiente de griegos nacido en Detroit y sabe de lo que habla. Cal necesita contarnos su gran secreto para poder entenderlo y entenderse y lo hace de una manera simple, en un perfecto desorden que va mezclando las distintas décadas del siglo, hilvanadas como largos hilos de seda que nos invitan a tirar de ellos cada vez que el narrador los deja sueltos para retomarlos después.

No sé si con todas estas frases ingeniosas que escribí puedo convencerlo de que lea Middlesex. Pero si necesita algo más directo, acá lo tiene: cómprelo, consígalo, búsquelo en internet o pídamelo prestado. Pero léalo. Estoy segura de que a usted le va a encantar.

Cambiando un poco de tema: tengo ganas de poner una columna acá al costado con links a las citas de libros de La Lectora, ¿qué le parece la idea?