noviembre 15, 2004

Historias de islas y naufragios

Como le conté, estoy leyendo historias de náufragos. Volvi a leer La isla de coral de Ballantyne -¿se escribe así?- que había leído cuando tenía diez o doce años. Y también El Señor de las moscas de W. Golding. Y si siempre los libros refieren a otros libros, en este caso la referencia es explicita y obliga a una lectura diferente del libro de Golding.

Está por terminar la novela y la isla es un caos: los chicos han empezado a matarse entre ellos, a Ralph lo están cazando como a un cerdo y como incendian media isla para obligarlo a salir de su escondite, alguien ve el fuego y Ralph de pronto se encuentra a los pies de un oficial de la marina, que al verlos pintados como indios dice:

"-Me parece -dijo el oficial, pensando en el trabajo que le esperaba para contar a todos-. Me parece a mí que para ser ingleses..., sois todos ingleses, ¿no es así?..., no ofrecéis un espectáculo demasiado brillante que digamos.
-Lo hicimos bien al principio -dijo Ralph-, antes de que las cosas... Se detuvo.
-Estábamos todos juntos entonces... El oficial asintió amablemente.
-Ya sé. Como buenos ingleses. Como en la Isla de Coral."
En La Isla de Coral, Ballantyne describe a los salvajes como malvados, antropófagos, sádicos y sólo gracias a los misioneros cristianos que traen la civilización y la fe, estos llegan a convertirse y hacerse buenos. El señor de las moscas es como la contrapartida: ¿qué pasa con los buenos ingleses? Terminan matándose entre ellos.

Otra cosa: vi las dos versiones fílmicas de El señor de las moscas, la de Peter Brook y una más moderna. Las dos me parecieron una cagada.