junio 24, 2005

Batmanes eran los diantes

Estuve toda la semana por contestar a su post. Iba a ponerle cosas como mis dudas sobre el conocimento que El Que Le Dije tiene sobre superhéroes y comics, porque Tarantino la tiene tan clara que puede armar una serie de pelis sobre historietas, pero sus copistas, no sé. Le iba a decir también que mi Batman, el de Editorial Novaro, la única editorial por la que leíamos Batman en la década del 60, cambiando las revistas en el Parque Rivadavia, no era un Batman gótico ni sediento de venganza, era Supermán sin más superpoderes que su entrenamiento y su tecnología. Pero pensando esas cosas y otras, como un artículo que salió en la Ñ sobre una supuesta pelea en el gallinero por quien es más escritor y tiene los .doc mejor puestos, peleas siempre que retrotraen al puto tema de que es el arte y que significa ser artista - y le confieso que si tengo que tomar partido me gustan mas Birmajer y de Santis porque saben de Historietas y no van a necesitar andar robando por ahi, si pertenecieron al panteón de la mitiquísima revista Fierro- bueno, como le decía, ese tema del artista me parece de lo más podrido que hay. ¿Será porque yo no creo en el artista ni el arte? ¿Porque me hartan esos tipos que se sienten como el personaje del cuadro, al borde del abismo y a punto de tirarse? ¿Porque me gustaban más esos atorrantes que no tenían problemas en pintar emperadores y papas si eso les daba de comer, y en hacer el mausoleo de un Medicis o el cielo raso de una capilla llenándolo de santos y vírgenes desnudas que siglos después otro artesano le pintaría encima unos trapitos de decencia? Hablando de atorrantes, acabo de terminar El Navegante de Morris West, que forma parte de mi colección de literatura Robinsoniana. No me gustó mucho toda esa cosa de tesis que tiene el West, pero la historia es interesante y me la tragué en un par de días, aunque no sea un autor de riesgo ni experimental ni nada de eso que tanto les gusta a los muchachos de la facultad de letras y a sus devotos(as) seguidores.

junio 13, 2005

Por poco me engañás

Sabido es que uno de los pilares de nuestra afinidad literaria es la posición respecto de Fresán, extensible a todo el grupo que, en su momento, Planeta quiso lanzar al estrellato (y en muchos casos logró que se estrellaran) como los "jóvenes escritores argentinos" (¿se acuerda de la colección de libritos blancos con ilustración de tapa modernosa? sí, los que ahora se venden a 3 mangos en las mesas de liquidación, esos mismos).

Le decía, sabido es que Fresán no me gusta. No me gustan ni sus libros, ni su pedantez, ni su etiqueta de escritor puesta antes de que publicara, ni nada. Después se fue a España y empezó a publicar en Radar, yo no le daba bola y las pocas veces que leía media nota, de puro aburrida, era solo para constatar que no me gustaba. Sin embargo, de un tiempo a esta parte y coincidiendo con que los domingos a la mañana tengo tiempo para leer de punta a punta el suplemento ése (y sí, entre la Viva, la Revista de la Nación y Radar, no quedan demasiadas dudas...), me he descubierto no sólo leyendo notas enteras de Rodrigo, sino que, muchas veces, hasta estuve de acuerdo con él. No, no me mate, espere. Sigo pensando lo mismo de él, y más todavía, me parece que se agarra a los recursos ingeniosos hasta hacerlos insoportables (por ejemplo los subtítulos "uno", "dos", etc.), que todo él se cree o quiere hacerse el ingenioso y generalmente se pasa de pretencioso y que muchas veces hace grandes producciones o ejercicios reflexivos sobre la nada, como por ejemplo la nota sobre el participante argentino en el gran hermano español. Pero de un tiempo a esta parte, le decía, algunas notas me gustaron y, lo peor, mientras las leía podía Ud. verme asintiendo con la cabeza.

Y sí. Escribe sobre música y me dan ganas de bajarla y encima me gusta cómo suena (a Badly Drawn Boy ya lo conocía, pero los Arcade Fire son casi un hallazgo). Escribe sobre a Guerra del las Galaxias y, aunque ví solo la primera (que ahora es la cuarta) y hace como mil años, me identifico con muchas de las cosas que dice. Salvo cuando se trata de libros (y sobre todo SUS libros de EL), nos ponemos de acuerdo. Y lo mismo me pasó ayer, leyendo la nota sobre Superman y Batman. Hasta que llegué al "nueve" y volvimos a cero.

La verdad es que no es una tesis muy audaz decir que Superman es nabo, porque se aprovecha de sus superpoderes, se viste de piyama y posa siempre delante de la bandera norteamericana, mientras Batman es cool porque su traje está más bueno, busca venganza y, a falta de superpoderes desarrolla fuerza y astucia. Es bastante oportunista comparar a Luisa Lane con Gatúbela y dar por supuesto quién gana. Resulta muy simpático leer que el Héroe de Kripton es en realidad un antipatria, ya que lo único que puede vencerlo son los restos de su planeta devastado. Y hasta es gracioso llegar a la conclusión de que el hombre de acero, prácticamente un servidor público, tuvo la suerte de caer en una ciudad de nabos en la que nadie se da cuenta de que él es Clark Kent pero sin anteojos. Rodrigo invita, la pega, y otra vez nos hace cómplices de sus razonamientos ingeniosos. Y entonces mete la pata, y la mete bien metida. Porque es a todas luces inadmisible que el tipo se robe, casi literalmente y como si nada, un pedazo de Kill Bill II y ni siquiera lo mencione. Vea, si no.

Tarantino - Kill Bill 2 (2004)

Bill: An essential characteristic of the superhero mythology is, there's the superhero, and there's the alter ego. Batman is actually Bruce Wayne, Spider-Man is actually Peter Parker. When he wakes up in the morning, he's Peter Parker. He has to put on a costume to become Spider-Man. And it is in that characteristic that Superman stands alone. Superman did not become Superman, Superman was born Superman. When Superman wakes up in the morning, he's Superman. His alter ego is Clark Kent. His outfit with the big red "S", that's the blanket he was wrapped in as a baby when the Kents found him. Those are his clothes. What Kent wears, the glasses, the business suit, that's the costume. That's the costume Superman wears to blend in with us. Clark Kent is how Superman views us. And what are the characteristics of Clark Kent? He's weak, he's unsure of himself... he's a coward. Clark Kent is Superman's critique on the whole human race. Sort of like Beatrix Kiddo and Mrs. Tommy Plympton.

Rodrigo Fresán - Máscara vs. careta. Suplemento Radar (12-05-05)

NUEVE
Pero -ahora en serio- el verdadero problema es otro. Superman no usa disfraz. Batman sí. Superman se nos presenta a cara limpia e -invirtiendo la lógica del sistema del súper-héroe- su "personalidad secreta" es el torpe periodista Clark Kent. Bruce Wayne, por su parte, es un tipo definitivamente cool que se esconde -como le corresponde a todo súper-héroe- detrás de la máscara de rigor. Y he aquí lo ofensivo: Superman es como es y se "convierte" en el terrestre Clark Kent -le basta, apenas, un par de anteojos y peinarse ese mechón rebelde sobre su frente blindada- porque es así como nos ve a nosotros: torpes, cobardes, buenos para nada. Superman nos insulta e insulta la inteligencia de los humanos que -con la excepción de la histérica y siempre sospechosa peronada eficiente Luisa Lane- ya llevan casi setenta años incapacitados para descubrir lo obvio: ¡Clark Kent es exactamente igual que Superman si Superman usara anteojos! Bruce Wayne, en cambio, desaparece para que aparezca Batman detrás del rostro de un quiróptero de hábitos nocturnos que pasa el día colgado cabeza abajo. Y todos felices.

Casi las mismas palabras, ¿vio? Sobre todo, llaman la atención las que me hicieron sonar la alarma, las que me tomé el atrevimiento de poner en negrita. Y el tipo nada. Ni un "gracias Quentín" ni un "como dice Kun Fú en la última de Tarantino". Tampoco esa tesis es taaan original, seamos sinceros, pero reconocerla como ya formulada le hubiera anotado más de un poroto a nuestro Rodriguito.

junio 08, 2005

David Leavitt & Fernando Vallejo

Para no discutir con Ud. acerca de los valores de nuestras obras clásicas (¿y quién se anima a discutirle a alguien que ha leído no digo El Quijote, ni la Biblia, sino Las mil y una noches?) le cuento de este tipo. La familia es la mejor excusa literaria que se ha inventado, dice la contratapa de uno de sus libros que ha dicho y no hay duda de que el muchacho (n.1961) la sabe explotar muy bien. Resulta que mi analista había ido a prepar el té ritual de cada sesión, cuando mirando distraídamente hacia su biblioteca los encontré y me los prestó: Baile en Familia que es una selección de cuentos y Amores iguales, una novela. ¿De qué trata? Sus historias son de familias donde hay cáncer, homosexualidades varias, dos temas que lo apasionan, pero sobre todo la comunicación y la no comunicación, el afecto y los daños de la familia en historias donde no pasan grandes cosas, donde lo cotidiano se vuelve interesante porque alguien sabe contarlo muy pero muy bien, con un lenguaje sereno, de señorito inglés, nos va llevando por las vidas de estas personas comunes, con sus rarezas, con sus odios, sus amores, sus profundos egoísmos ocultos o manifiestos, y los va desnudando sin maldad pero sin esa falsa piedad que consiste en no querer mirar las heridas y los defectos de las personas. Bueno, léalo y si lo lee, ya que está lea a Fernando Vallejo que me parece un autor abrumador. No es que lo haya leído ahora, sucede que ahora son libros que yo les presté a mi analista. Había visto en el cine (yo, no mi analista) La Virgen de los sicarios, que me gustó, pero cuando leí la novela quedé sorprendido no por eso de que siempre las novelas son mejores sino porque ¿cómo mierda lleva alguien al cine a ese narrador imposible, demente, salvaje, terrible, lo más políticamente incorrecto que he leído desde la revista Cabildo que leí allá por mis trece años obligado por un preceptor, el Sr. Czepasquerzia que aprovecho este blog para denunciar por nazi? El libro va creciendo en salvajismo, en falta de respeto por todo, en la voz de alguien que tiene tanta rabia que parece que en cualquier momento va a estallar aquí mismo. Y me preguntaba cómo se hace para llevar esa voz a lo largo de toda una novela, vea "Mi fórmula para acabar con ella (la pobreza) no es hacerles casa a los que la padecen y se empecinan en no ser ricos; es cianurarles de una vez por todas el agua y listo; sufren un ratico pero dejan de sufrir años", porque el tipo lo logra, y no sólo, sino que después leí El Desbarrancadero y es más de lo mismo sino peor. Deslumbrante, le digo, y mire quién se lo dice. Claro yo decía mientras leía que esto es un chiste, no puede haber nadie que piense así y escriba en latinoamerica y lo publique Anagrama, pero el otro día leí un reportaje que le hicieron en la Ñ y me quedaron ciertas dudas de que sea sólo recurso literario.

junio 07, 2005

Las mil y una noches vs. El Decamerón

Haga la prueba, pregúntele a cualquiera y verá que el imaginario popular está convencido de que Las mil y una noches es un libro de cuentos para chicos, mientras que El Decamerón son relatos para adultos, eróticos, rayanos con la pornografía. Claro que, como pasa con todos los "clásicos" (¿cuántos leyeron de verdad todo El Quijote?, ¿cuántos pasaron más allá del capítulo 5 de Facundo, y sólo porque era obligatorio en el colegio secundario?) la mayoría de la gente no los leyó y a lo sumo se conforma con las versiones disney y/o película clase B/telefilme de cuarta de algunos de los cuentos más famosos de ambos.

Bueno, yo que los leí a los dos (ya puede Ud decir que conoce a alguien que leyó Las mil y una noches enterito) puedo decirle que el imaginario popular está totalmente equivocado: esos libros son casi casi exactamente lo contrario a lo que ellos creen.

La mejor manera de leer Las mil y una noches es usarlo de transición entre libros. Cuando Ud. termina con un libro y antes de empezar otro, se lee un par de cuentos (o algunas noches) y cuando siente que: a) ya pudo dejar atrás la historia del libro anterior; y b) ya leyó una más que suficiente cantidad de "oh, rey afortunado" y/o "pero Alá es más sabio", da por terminado el recreo y sigue con el próximo libro. Digamos que LMyUN funciona como una "limpieza de paladar".

Y sin embargo, el libro es mucho más que eso: la mayoría de los cuentos son entretenidos y muy variados (hay aventuras fantásticas, viajes, amores y desamores, historias picantes y hasta fábulos morales)y si bien 3000 páginas son muchísimas y en algún punto las repeticiones se vuelven más que evidentes, uno llega a encariñarse con esos personajes y hasta con la meta-historia y la famosa Sherezada (que tiene tres o cuatro apariciones de peso, y después se limita a callar discretamente cuando aparece la mañana, y simplemente "decir" cuando, finalizadas todas las actividades del día, llega la hora del cuento que le va a salvar la vida por una noche más). Es liviano, sí, es literatura del tipo "pan con manteca", tan simple como deliciosa, lo que de ningún modo quiere decir que sea mala.

¿Por qué le digo que no es un libro para chicos? Porque si algo queda claro de las 1001 noches de Sherazada con el rey más los no-se-cuántos-cuentos que ésta le cuenta a su audiencia, es que la rutina diaria de los tipos (principalmente los de guita, pero también los pobres se las apañan para hacerlo), al menos en aquella época, se centraba mayormente en un trío de "c": comer, cantar y coger. Un poco más abajo, atender a los huéspedes e ir al hamman (el baño público) y después de eso, trabajar. Escondidos entre los cuentos puede encontrar las 1001 peripecias del viajero, las 1001 formas de engañar al prójimo, las 1001 formas de hacerse rico, los millones de premios y castigos que Alá les depara a los fieles y a los infieles, una infinita variedad de insultos que van desde el simple "perro infiel" hasta las más compleja y elaborada de las maldiciones (media página), todo un diccionario de sinónimos increíbles para denominar al acto sexual y a los genitales, el recetario oriental completo, el manual de etiqueta y una multitud de hombres bellos como lunas y mujeres de caderas generosas, bellas como el cuarto creciente de ramadán que se solazan entre sí y comen hasta reventar, sin olvidarse nunca de agradecer al Retribuidor por todos los bienes que éste les depara.

Al lado de Sherezada y sus amigos, los persoajes del libro de Boccaccio son una manga de bobos. La meta historia de El Decamerón cuenta que siete mujeres y tres hombres (más sus sirvientes, cocineros, ayudantes y hasta el loro, sin los que les sería imposible sobrevivir ni un par de horas) se instalan en la campiña para escapar de la peste que azota a Florencia a mediados del siglo 14.

Lejos de los placeres orientales, los 10 inútiles se dedican a correr por las praderas, jugar como chicos, dormir la siesta y contarse cuentos a la nochecita, uno cada uno por día, según el tema que fija el rey del día, quien al final de la jornada pasa su corona de flores al designado para el día siguiente. Ni le cuento lo que son las 100 historias, porque no vale la pena, pero hay algo que las unifica: son tanto o más aburridas que sus relatores. Ni siquiera levantan cuando el tema del día promete un poco de pimienta ("historias de maridos engañados", por ejemplo). Todos y cada uno de los cuentos tienen su trasfondo de enseñanza moral y su moraleja, los malos la pagan y se van al infierno, los caballeros piden perdón a las damas por los exabruptos y las damas se lo conceden sin dejar de ruborizarse. Pero de coger, ni hablar. Un embole.

Moraleja: si quiere divertirse, pruebe la baklava y olvídese de la muzzarella.